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ES habitual que se preste mucha atención a las imputaciones de políticos y que sus absoluciones sean minimizadas o ninguneadas. La imputación se maneja como una condena por anticipado. Pero cuando el político queda libre de responsabilidades parece que se acepta como un “¡Ah, bueno!”; o incluso dejan caer que ha sido listo y se ha escapado. En el caso de Juan Carlos Cabrera y su supuesta connivencia con la mafia del taxi, el desenlace final ha pasado sin pena ni gloria. Desde el principio, se daba por supuesto que así ocurriría. Incluso el PP fue muy prudente, con un comportamiento ejemplar de Beltrán Pérez. Por el contrario, desde cierta izquierda socialista y desde cierta ultraizquierda hubo intentos de apear a Cabrera, como si fuera un árbol chungo del Parque de María Luisa. Hasta hubo quien pidió que no lo incluyeran en la lista del PSOE por estar imputado. No llegaron a nada porque el alcalde Espadas dio la cara y lo zanjó de raíz. 

Sin embargo, también ha sido sintomático del desmadre de este conflicto. La polémica entre el gremio del taxi y los VTC se encuentra en un compás de espera. Llegarán días con más broncas. Ahora parece que se han resignado todos a un escenario coyuntural, en el que nadie está satisfecho, pero tampoco en pie de guerra. Un escenario en el que las empresas y conductores de VTC se quejan de trabas para funcionar y de excesivo rigor por parte de la Policía Local. Mientras los taxistas consideran que se debe limitar más la competencia y evitar los incumplimientos de la normativa.

El caso de Cabrera es un ejemplo del juego sucio en este conflicto, que es una maravilla para las fake news. Todo el mundo no es igual, por supuesto, y existen personas con buena fe. Pero yo he viajado con taxistas y conductores de VTC que me han contado casos difícilmente creíbles. Es como una propaganda bélica, con la que algunos intoxican a sus clientes.

El delegado de Movilidad se vio en el ojo del huracán. Y eso lo pagó con un coste personal, que desencadenó rumores y comentarios, incluso sobre su vida privada, sus amistades y sus intereses económicos. Mentiras, fotos y cintas de vídeo, que circularon para manipular más el conflicto. Un escenario ruín, que se mezcló con la denuncia. Ahora llega la absolución, pero lo ocurrido ha sido perverso.

Se debería tener más precaución. Ciertos comportamientos tienden a expandirse, y a causar daños sin control. La actividad de taxis y VTC ya es inevitable.  Existe en otros países, no es un invento español. No está en juego la supervivencia de unos, sino la convivencia de todos.

José Joaquín León