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EN la sede de Ciudadanos de Cádiz yo no sé si habrá un gato negro. Pero algo de gafe y de mal fario sí que tienen. O, a lo peor, les perjudican las formas y las estructuras, de modo que van tropezando con las mismas piedras y cabreando a los suyos. Es curioso porque Domingo Villero, al presentar su dimisión y anunciar que pide la baja en el partido naranja, ha dicho lo mismo que Juan Manuel Pérez Dorao y María Fernández-Trujillo cuando dimitieron casi en vísperas de las elecciones municipales. El relato es parecido, y se basa en problemas con la cúpula del partido en la ciudad y la provincia. Y, de rebote, más arriba, ya que todos están sustentados por los mismos. Ciudadanos aportó una opción tentadora para muchas personas liberales y civilizadas, pero después se ha visto que Albert Rivera es un líder como los demás. Y con una camarilla peligrosa.

Se va, pero sigue no adscrito. Domingo Villero repite la historia de Juanma y María. Cuando precisamente había llegado para relevar en la lista a los anteriores ediles de Ciudadanos. El trabajo municipal de Juanma y María había sido elogiado por muchos, incluso por mí mismo. No se entendía que se los cepillaran en las listas, a no ser por envidia acumulada e intereses confusos. Ciudadanos, sólo con dos ediles, había tenido responsabilidad de gestión en Onda Cádiz y la Fundación de la Mujer. Pronto será añorada esa gestión. Y si no al tiempo, pues ya se está viendo venir.

En paralelo a defenestrar a sus ediles, en Ciudadanos buscaban a un Manuel Valls gaditano. A Rivera le han salido mal casi todas las apuestas de los Manueles Vallses que buscaba. Quizá porque la película de aventuras que vendían no se correspondía con la realidad. En Cádiz sonaron como candidatos el ex rector, Eduardo González Mazo, que lo desmintió y se libró. Y también Domingo Villero, un profesional con prestigio, decano del Colegio de Ingenieros Técnicos Industriales. Fue el elegido.

Las trifulcas suelen pasar factura, aunque la gente no se entere de los líos internos. La oposición del PP, PSOE y Ciudadanos parecía que jugaba a perder, en vez de armar una alternativa creíble y atractiva para dar la vuelta a la tortilla. Al final, han fortalecido a Kichi, que se quedó a un solo concejal de la mayoría absoluta. Es normal que Villero esté desencantado.

Los planes no eran esos, sino otros. Y, para más herir, están las broncas internas, fomentadas por quienes manejan el cotarro. No sería el primer caso de un partido útil al que se lo cargan ellos mismos desde dentro.

José Joaquín León