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HA causado sensación el éxito del mitin de Vox en Dos Hermanas. Territorio del PSOE, donde Francisco Toscano arrasa, siempre que hay elecciones municipales. Cercano también a Bellavista, donde comenzó todo con Felipe González. El Auditorio Los del Río no es como el Velódromo, pero han juntado a 4.000 personas en estos tiempos, que no son como los de Zapatero. Y es más difícil llenar 30 autobuses que dos taxis. Un día después del debate, llegó Abascal. A muchos les ha sorprendido que los votantes de Vox, incluso los asistentes al mitin, no tienen rabos ni cuernos, como tampoco tenían los comunistas que llegaron del exilio. En este país, a los otros siempre los ven raritos. Santi Abascal vive días de gloria, gracias a Pedro Sánchez.

El buen momento de Abascal (que el domingo se confirmará, o no) viene propiciado por el paseo de Franco y las barricadas de Cataluña. Han recuperado un escenario propio de los días previos a la guerra civil. Algunos dicen que, en el debate, Santiago estuvo suave en las formas y duro en el fondo. En realidad, estuvo sencillo y previsible. Según él, todos los males de España son culpa de los inmigrantes y las autonomías. Llegó a decir que habrá que elegir, en algún momento, entre las autonomías o las pensiones. Nadie se lo rebatió.

Un análisis leve de lo que dijo nos acerca a lo que propone: un neofranquismo populista y constitucional. Un Salvini, pero no un Mussolini. Un demagogo que puede atraer a un amplio espectro de cabreados. El populismo siempre se nutre del indignado. Por eso, Santiago Abascal, como Pablo Iglesias, debaten sin debatir, van buscando el mensaje a los suyos, que se resume en lo básico: los malos son los otros. Las multinacionales y los banqueros. O las autonomías y los inmigrantes.

El neofranquismo populista sueña a España una, grande y libre. Las autonomías son el demonio que roba a los españoles; y los inmigrantes son extranjeros, violadores y asesinos, excepto algunos hispanoamericanos que no pertenecen a las maras. A partir de ahí, trata de recuperar las esencias del pasado y al dolido currante. Familia, municipio y sindicato vertical. Pero con un barniz de partido constitucional (con algunas excepciones) y sin volver a los muertos. Aunque le recordó a Pablo Iglesias que los comunistas y los socialistas intentaron dar un golpe de estado a la República en 1934. No eran tan inocentes.

En ese escenario de las dos Españas, los dos extremos viven con alegría (uno sin corbata y otro sin chaqueta), y Sánchez pide el voto del miedo. En Dos Hermanas se vio que hay gente a la que le va esa marcha.

José Joaquín León