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SE ha cumplido el objetivo: llegar al día de los Reyes Magos sin confinamiento. En Cádiz, como en toda Andalucía, hubiera sido muy duro, porque es una fiesta de profundo arraigo popular. Y aunque Melchor, Gaspar y Baltasar han tenido menos cartas y menos trabajo (por las ausencias de esos que en tiempos de Franco llamaban emigrantes, esos gaditanos que no han venido este año desde otras comunidades y otros países), en general los niños y gran parte de los mayores ya tienen hoy sus regalos. La producción del carbón ha caído en picado en España, es políticamente incorrecta, y eso hace que dirigentes que han contribuido al desastre, como Salvador Illa, incluso reciben regalitos chulos.

Al llegar al día de los Reyes Magos sin confinamiento se dirá que ha sido un éxito. Bueno, depende de cómo se mire. La Junta de Andalucía ha tenido un criterio: la política del acordeón. Cerrar cuando los datos se ponen peor y abrir de nuevo cuando se notan los beneficios del cierre, hasta que vuelvan a cerrar y abrir cuando mejore. Es una política orientada a quienes más se quejan, que son los sectores de la hostelería y el comercio. No es la ideal, porque con un cierre más largo y con medidas más restrictivas habría menos contagios, menos presión hospitalaria y menos defunciones (también hay que decirlo). En otros países europeos, como Alemania y Francia, han cerrado los bares sin miramientos. Pero la diferencia es que les pagarán buenas indemnizaciones por el sacrificio. Aquí, por el contrario, se conforman con no arruinarlos del todo. Así han conseguido que los hosteleros (y los sanitarios) estén rajando, aun a sabiendas de que podría ser peor.

Y ahora viene la cuesta de enero, con la tercera ola, hola hola, y con las rebajas en el punto de mira, aunque ya las han anticipado. Es previsible que en los próximos días ordenen nuevos confinamientos, nuevos cierres perimetrales y nuevas jodiendas a la población. Es previsible que aumenten los contagios, y no sólo por culpa de Gibraltar y el Campo, sino porque el coronavirus va sin fronteras, loquito, a su antojo.

Y muta y muta, el hijo de p…

Esto último es de cuarteto. Por cierto, la cuesta de enero (sin vacunas suficientes y con más contagios) va a coincidir de lleno con las fechas que en otros años eran las propias del COAC. Fue un acierto suspender el concurso a tiempo, sin fastidiar al personal con ensayos innecesarios. Y es lógico que los coros se nieguen a cantar en unas galas del Falla. Con la tercera ola, es mejor un año sabático para reflexionar. Así en 2022 estarán jartibles y podrán salir todos. Vacunados contra los espantos. ¿O no?

José Joaquín León