UN final feliz después de un comienzo decepcionante. El marcador es engañoso, pero la victoria del Cádiz resultó merecida y se conquistó jugando una segunda parte en la que el equipo de Álvaro Cervera tuvo momentos brillantes. También es cierto que no se sabe lo que hubiera pasado sin mediar la justa expulsión de Rafa Páez en el minuto 48, que dejó al Alcorcón en inferioridad durante casi todo el segundo tiempo. Aunque en esa jugada Ortuño arrancó solo y, probablemente, hubiera empatado ahí el partido. Lo más importante es que se vio que otro Cádiz es posible. Sin dar pelotazos a las nubes se puede ganar.

La baja de Aridane condicionó a la defensa del Cádiz. Habían salido los amarillos dormidos. En el minuto 2 el marcador ya estaba con 0-1, después de una jugada en la que la defensa del Cádiz estuvo penosa. El centro del lateral zurdo Bellvis, tocó en Migue y se convirtió en un disparo que no despejó Sankaré, con todo a su favor para hacerlo, ni acertó a detener el portero Alberto Cifuentes, que en esa jugada estuvo descolocado. Aunque después lo enmendó, salvando dos goles que se cantaban, uno en cada parte.

El Cádiz estuvo perdido en todo el primer tiempo.  La dupla de Garrido y José Mari estaba incapacitada para crear juego y Dani Güiza, en la mediapunta, no sabía qué hacer, pues por allí sólo pasaban pelotazos a modo de obuses. Además se notó que el Cádiz tenía el viento de suroeste en contra.  Ayer influyó en el gol del Alcorcón y en el segundo del Cádiz. Puede que también en la pésima primera parte que jugaron.

Pero lo que más influyó en la transformación del Cádiz fue que Álvaro Cervera acertó con los cambios, según estaba el partido. Y que esta vez supieron doblegar a un rival en inferioridad, cuando fue expulsado Páez por evitar una jugada de Ortuño que olía a gol. El cambio de Abdullah transformó al Cádiz. Se vio que tener al trivote, con Garrido y José Mari, aporta más equilibrio  y más fluidez.

El Cádiz jugó al fútbol en la segunda parte, lo que llamó la atención, porque no estamos acostumbrados. Ante un Alcorcón encerrado supieron mover el balón con acierto y criterio. Ortuño parecía otro. Cuando tiene compañeros a su altura es un depredador del área. Después de empatar, el Cádiz fue claramente a por una victoria que estaba a su alcance.

Salvi ha vuelto. Quiero decir que Salvi ha vuelto como lo que es Salvi: un extremo puro, no  un lateral bis. Y cuando se lesionó Luis Ruiz y se situó Alvarito de lateral, con Aitor en el otro extremo, se consumó el éxito del Cádiz. El golazo de Aitor se debió a que es de los pocos que sabe tirar desde lejos. Un latigazo, que el viento multiplicó. El balón se puso imposible para Dimitrovic, que antes había evitado el empate dos veces.

En los penúltimos minutos casi se estropea la fiesta, por la tendencia del Cádiz a encerrarse, incluso en superioridad. La lesión de Sankaré lo adelantó a medio centro, desde donde dio el pelotazo que permitió el tercer gol liberador, marcado por Salvi, tras chut de Ortuño. Un favor que le devolvió después, para que Ortuño redondeara la goleada ante un Alcorcón que ya estaba noqueado.

José Joaquín León