VIAJAR en agosto es una suerte. Viajando se conoce el mundo, otras ciudades, otros países, y se pueden entender mejor (o peor) otras realidades. Viajando hasta nos podemos convertir en turistas, y practicar en otros lugares lo que criticamos en Sevilla. Viajando se entiende que esta es una gran ciudad, pero no el ombligo del mundo. Y que algunos de los asuntos que aquí rellenan páginas se los tomarían a cachondeo en otros países más avanzados. Además, viajar es una suerte, si te vas lo más lejos posible, porque en otros lugares los trabajadores de las empresas de aviación como Iberia, o las ferroviarias como Renfe, no aprovechan los días con más movilidad del verano para fastidiar la vida a otros ciudadanos, mientras piden solidaridad. Es decir, solidaridad para que te fastidien.

Así que algunas certezas se desvanecen en verano y muchas mentiras quedan al descubierto. Entonces se confirma que la mayor carencia de la Sevilla actual para progresar es el déficit que sufre en sus infraestructuras. Felipe González, y en menor medida José María Aznar, fueron los presidentes que se tomaron más interés por subsanar esa carencia histórica. Sin embargo, en los últimos años, Sevilla no es tratada como una gran ciudad, sino como una pequeña capital de provincia. Avanza a ritmo lento y está lejos de otras ciudades, aunque el alcalde Espadas consiga congresos de turismo mundial, desfiles militares y una gala de los premios Goya.

También es verdad que yo vuelvo psicológicamente desubicado. Después de la procesión de la Virgen de los Reyes, me fui a Shanghái, y una semana después a Hong Kong. Pasar dos semanas en estas dos ciudades es una experiencia muy fuerte. En Shanghái hay 16 líneas de Metro y cinco en obras, es la ciudad con la red más amplia del mundo; y en Hong Kong hay 12 líneas, que conectan la isla principal, la península de Kowloon y la isla de Lantau, donde está el aeropuerto. Con túneles submarinos, por supuesto. Y con centros comerciales de lujo en muchas estaciones de Metro.

Entonces entiendes que el debate para aprobar tres líneas de Metro en Sevilla y construir los cuatro túneles de la SE-40 es una catetada intolerable. Y que el aeropuerto de San Pablo parece de juguete, al lado de Shanghái-Pudong o HKG Internacional. O al lado de tantos que existen en las grandes ciudades europeas. Un aeropuerto sin Metro ni tren es un churro.

Aquí podemos mirar el espejo magallánico, para recordar cuando Sevilla fue capital del mundo. Pero existen capitales mogollónicas, donde la vida y el progreso avanzan con medio siglo de adelanto.

José Joaquín León