TENEMOS una confusión de los tiempos que es espantosa. La gente más tradicional te lo dice: “Ya no respetan las fiestas religiosas de toda la vida”. La racha de los dos últimos meses del año es pavorosa. Empezaron con las nochecitas de Halloween para cargarse los huesos y buñuelos de Todos los Santos. Aquí se honraba a los fieles difuntos. Y se cerraba el calendario religioso con las procesiones de Omnium Sanctorum y de la Virgen del Amparo, que ponían el broche de oro. Cuando se cerraban las puertas de la Magdalena, y entraba el Amparo, pasaba lo mismo que con las puertas de San Lorenzo en la noche del Sábado Santo. Se acabó lo que se daba... Empezaba un nuevo tiempo.

Al final de noviembre, lo que empieza es el Adviento, que nos llevará en diciembre a los días del gozo de la Inmaculada, a la Esperanza y a la Navidad. Se suponía que las luces en las calles, los exornos cada año más sofisticados, y por supuesto los nacimientos, tienen por objetivo realzar la celebración navideña. Aunque, de rebote, colaboren para animar la campaña comercial de las ventas derivadas.

Sin embargo, en estas coordenadas maquiavélicas, el fin justifica los medios. Ha quedado claro que el fin es simplemente consumista (vender, vender y vender, que diría Luis Aragonés), mientras que la iluminación pertenece a los medios para fomentar las ventas. Por ello, se les ocurre anticipar la inauguración del alumbrado a la mismísima tarde del Black Friday. Un viernes negro con luces, que se comenta solo. Si es negro, no debe ser luminoso.

Cambian la hora a final de octubre para ahorrar energía, organizan una Cumbre del Clima en Santiago de Chile que acaba en Madrid (pero no viene a Sevilla) y van de ecologistas en acción, mientras anticipan las iluminaciones suntuosas. ¿No quedamos en que los progres apagaban las luces no sé qué noche para protestar? ¿Por qué las encienden hoy, con tanta anticipación? Están confundiendo a la gente, que ya no sabe si es bueno ahorrar energía.

Cada año iluminan más calles. Más de 270 este año, tanto en los barrios ricos como en los pobres. Y al que no le iluminan su callejón se le queda una carita triste, como si viviera en un tugurio del hampa.

Después los socios podemitas criticarán el capitalismo de las multinacionales, el consumismo de la Europa de los mercaderes, el demonio que se viste de Zara y se llama Amancio Ortega, y todo eso. Después presumen de que ellos están con los pobres. Mientras se olvidan del mensaje sencillo del Portal de Belén, para iluminar las sombras de un Black Friday en Sevilla.

José Joaquín León