ESTE largo puente festivo de cuatro días no debería llevarnos a la confusión. En su origen, sólo se celebraba la fiesta de la Inmaculada, que es Patrona de España, entre otros honores. Algunos cofrades sostienen que el día festivo de la Constitución fue creado por el Gobierno socialista de Felipe González precisamente para cargarse la fiesta de la Inmaculada. Yo no diría tanto, pues supongo que el festivo del 6 de diciembre (creado en 1983, al año siguiente de llegar el PSOE al poder) fue instituido por la enorme devoción constitucional de Felipe y Alfonso. No la ha heredado el actual sucesor, Pedro Sánchez, que en estos días negocia con quienes quieren cargarse esa Constitución, cuya fiesta crearon ellos mismos. Pero la Inmaculada es diferente. Tiene otra tradición y responde al ámbito de las creencias y los sentimientos.

En Sevilla, nunca será un puente festivo más. Abran o no abran los comercios. Ese día convocan numerosos cultos, besamanos de imágenes marianas en los templos, bailan los seises vestidos de celeste concepcionista... Los pintores (Murillo, Velázquez, Pacheco) la representaron a su manera, como la plasmaron los escultores (en estos días se puede ver la Cieguecita de Martínez Montañés en la exposición del Museo). No fue una moda artística pasajera, sino una devoción que arraigó en la gente, que impregnó esas coplas populares que aún se oyen cada 8 de diciembre.

Sevilla conserva momentos y rincones únicos para honrar a la Inmaculada. Puede estar a la vista, como Pura y Limpia, en una capilla callejera junto al Postigo del Aceite. O llevar el dolor de la Pasión en la Semana Santa, cuando esa Pureza es recordada por la Virgen de la Concepción. El azahar de la Madrugada es un símbolo que la representa. El azahar, que ahora se ha cuestionado en los naranjos de Sevilla, y que siempre está presente, junto al perfume del incienso, en su paso señorial.

Un amigo socialista me dice que el azahar no desaparecerá de las calles. Al menos, no en el casco antiguo, donde el naranjo muerto será repuesto con otro naranjo, y no con otra especie. Es lo que van a hacer en la calle San Fernando, o en la Avenida. Diferente será en otros barrios. Ojalá se confirme y no falte nunca el azahar del naranjo. Porque no es sólo un capricho estético. En el azahar está la evocación de las madrugadas de Sevilla, cuando la Virgen sale a las calles como Dolorosa, pero también como Inmaculada.

Con el olor del azahar, y con el silencio que estremece a la palabra, se recuerda y se reza a María, a la que esta ciudad fue pionera en honrar como Pura y Limpia.

José Joaquín Leòn