LA inmigración es un problema en Cádiz, Andalucía, España, Europa y la Humanidad por la falta de realismo con la que se aborda. Se utiliza la demagogia por todas partes. De un lado, para pedir una política de puertas abiertas y sin fronteras que es irrealizable en estos momentos. De otro, para considerar como potenciales delincuentes, violadores y hasta terroristas a los que llegan, cuando en la gran mayoría de los casos vienen para buscar un futuro mejor. Entre las ideas populistas de Unidas Podemos, por un lado, y de Vox, por el otro, existe una gama intermedia donde hay que encontrar soluciones. Pasan, inexcusablemente, por acabar con las mafias que controlan la inmigración. Es un negocio. Las víctimas, los explotados, son los inmigrantes. Y los explotadores son quienes viven de eso.

A veces, en estos días de agosto, en nuestras playas abarrotadas de veraneantes, se topan de bruces con la realidad. De pronto, sobrevuela un helicóptero de la Guardia Civil que vigila una patera con inmigrantes ilegales. Llegan a la playa, e intentan escapar entre los bañistas que los contemplan atónitos, como si fuera un espectáculo en directo. Según se ha publicado, es lo que ocurrió el miércoles en la playa de Zahora.

En realidad, según me cuenta una testigo presencial, el desembarco no ocurrió en la playa de Zahora propiamente dicha, sino en El Palmar, en su prolongación hacia la zona de Mangueta. Llegaron unos 25 inmigrantes marroquíes, que salieron corriendo hacia las dunas y hacia la playa de El Palmar, por donde algunos huyeron entre los bañistas. La Guardia Civil retuvo a unas 15 personas. Hasta ahí  lo de siempre.

Entre la confusión, tres personas se llevaron el potente motor de la patera y se ocultaron por la zona de las dunas. De allí salió otro hombre, con una mochila y una cartera (se supone que para pagar a los del motor), que después se fue a la playa y se tumbó a tomar el sol. Así disimuló, hasta que regresó uno de los que se habían llevado el motor, y se despejó el panorama.

Estos viajes en patera no funcionan al azar. Tienen unas tramas, que cobran a los viajeros, los controlan y los distribuyen. A veces incluso les buscan trabajos clandestinos, o los emplean en otras redes mafiosas. Ante esa realidad no se puede cerrar los ojos, sino que se debe investigar y actuar en consecuencia. En Marruecos conocen bien el asunto, y no es casualidad cuando llegan más o menos pateras. Es un problema complejo, que no lo van a resolver Carlos Marx, San Francisco de Asís, ni el Cid Campeador.

José Joaquín León