ES lógico que lluevan las críticas a Vox, por el tuit que después borró su concejal sevillano Gonzalo García de Polavieja, en el que calificaba como tarado a Blas Infante. Además de borrarlo, después lo ha intentado suavizar con una serie de elucubraciones lingüísticas sobre el significado del concepto del tarado. Según sus explicaciones, entiendo yo que se le podría aplicar a casi todos los políticos en activo, incluido él mismo. Pero es obvio que, en el uso corriente, el tarado tiene un tufillo claramente despectivo, que colinda con el insulto. Además de que considerar tarado a quien no piensa lo mismo que tú ya está demostrando un totalitarismo total en la ideología política. En resumen, retrata a quien lo dice y revela el populismo maniqueo de Vox.

Sin embargo, como afirma García de Polavieja, es “una pequeña polémica”. Es una chorrada, o una pamplina, pudo añadir. Es un síntoma de que algunos disparan rápido en Twitter y después se arrepienten, cuando ya han montado el jaleo. Por el contrario, es mucho más grave la actitud de Vox con el homenaje a Blas Infante, en el aniversario de su fusilamiento. La hostilidad del partido de ultraderecha hacia este acto no tiene justificación. Es un homenaje a un hombre que fue vilmente fusilado por sus ideas. Blas Infante era un notario andalucista. Un hombre civilizado, cuya biografía deberían leer los dirigentes de Vox para entender que era honrado, de orden y nada sectario, aunque no les gusten sus ideas.

Es el “padre de la patria andaluza”, según fue reconocido oficialmente por el Parlamento de Andalucía. La patria es un concepto difuso, y a veces confuso. La única patria de todo el mundo mundial no es nuestra España. Se puede tener incluso lo que se conoce como una patria chica, que es la ciudad o el pueblo donde has nacido. Por lo demás, según las encuestas y los barómetros, en nuestra comunidad autónoma (constitucional y estatutaria) la gran mayoría de sus habitantes se sienten andaluces y españoles. Siguen el lema de Blas Infante: “Andalucía por sí, para España y la Humanidad”. El andalucismo de  Blas Infante (y el posterior) no es  xenófobo ni separatista.

Este es un debate que se resolvió en los años de la Transición. Y singularmente el 28 de febrero, en un referéndum convocado en Andalucía. La huella de Blas Infante perduró porque su ideal se basa en que los andaluces sean libres, y no sean esclavos de quienes sienten nostalgias del totalitarismo. Por eso lo asesinaron, y por eso se merece cada año un recuerdo y un homenaje.

José Joaquín León