EL coronavirus se ha colado en la Cuaresma sevillana. Hoy es primer viernes de marzo, tradicional fecha de besapiés a Jesús Nazareno en San Antonio Abad. El pasado lunes, en el Vía Crucis con el Señor de la Salud (precisamente de la Salud), de la Hermandad de los Gitanos, no afectó para nada organizar una concentración masiva. Pero hay muchos resquemores y habladurías. El miedo lleva a analizar las costumbres que practicamos en las misas, en las funciones principales de instituto, en los besamanos y en los besapiés. Es decir, especial atención a lo que ocurre dentro de las iglesias.

Puede que sea por influencia de algunos casos de contagios. En Corea del Sur, el principal foco surgió en Daegu, concretamente en una secta de origen protestante, denominada la iglesia de Jesús Sincheonji, fundada por un tal Lee Man Hee. Por otra parte, en España, se han detectado casos en dos iglesias evangélicas de Torrejón de Ardoz y Leganés. En algunos medios he leído que eran iglesias evangelistas, pero no, los evangelistas son San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan, mientras que ellos son evangélicos, lo que antes se conocía como protestantes. Sus pastores se han mosqueado, por entender que hay un tufillo de odio. Como si los protestantes tuvieran más tendencia a contagiarse. Como si fuera un castigo divino. Eso me recuerda a lo que cuenta Pigafetta, en su relato de la circunnavegación de Magallanes. Cuando arrojaban los muertos al mar, “los cadáveres de los cristianos se hundían con el rostro hacia arriba y los de los indígenas con el rostro hacia abajo”.

Sin entrar en esas sutilezas milagrosas, se debe aprovechar la oportunidad para adoptar medidas. Por ejemplo, se puede sustituir el apretón de manos a los desconocidos en las misas por una sencilla reverencia, como es costumbre en otros países. Y en las protestaciones, no hace falta besuquear el libro de reglas con riesgo de ensalivarlo, sino que basta con hacer el gesto para testimoniar la fe. Más evidente es el caso de los besamanos y los besapiés, donde algunas hermandades utilizan dobles juegos de manos para no cargarse del todo las policromías. Se ven escenas indeseadas de señoras con sus labios rojos de Chanel o Dior que manchan sin piedad las manos de Nuestra Señora, por no hablar de los servidores que las limpian con un vigor como si se las fueran a arrancar. Seamos delicados y consecuentes, que es madera, pero bendecida.

Con sentido común, podemos tener una Cuaresma como las de toda la vida. Antaño había unas epidemias espantosas, pero este coronavirus no es como la peste.

José Joaquín León