EL pasado lunes, en una de sus memorables intervenciones, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, dijo que ahora las residencias de mayores y los hogares son focos “importantes” de contagios. ¿Los hogares? ¿En tu casa o en la mía te la pega el coronavirus? Respondía a una pregunta sobre la aparición diaria de nuevos contagios, a pesar del encierro. Si la gente no sale, si ya ha pasado el periodo de incubación desde que empezamos a estar confinados, lo normal sería que sólo surgieran casos por contagios en los hospitales o en lugares de riesgo, como las citadas residencias de mayores, los supermercados, las comisarías, los cuarteles del Ejército y la Guardia Civil, etcétera.

Sin embargo, los hogares no cuadran. Ni siquiera los que tienen jardín, como el de Pablo Iglesias. Si uno está encerrado en su piso, preparando la terraza como una caseta de Feria, decorándola con farolillos y alumbrándola adecuadamente, después de retirar las colgaduras de Semana Santa y guardar los cedés de Tres Caídas y Cigarreras, ¿cómo te vas a contagiar? El coronavirus no sube en el ascensor (aunque se puede quedar allí, si no se desinfecta) y no se cuela por debajo de la puerta.

Hay una explicación: el coronavirus se propaga en los hogares porque alguien lo introduce desde la calle. Alguien que ha ido al supermercado, a pasear al perro, a trabajar en algo esencial... Alguien que ha pasado por los hospitales o por otros lugares de riesgo y vuelve a casa. Alguien que está contagiado, y no lo sabe, por lo que alarga la cadena de propagación.

Con lo cual, a los que estamos encerrados, se nos queda la cara de tontos. ¿No sirve para nada? ¿Sólo para que se lo propaguen las familias entre sí, a tu pareja o lo que sea, a los niños y niñas, etcétera? Como siempre, pagamos los errores. El gran problema de fondo es que hay miles de personas sin síntomas, que lo siguen contagiando. Y en Madrid, el epicentro del coronavirus nacional, hay 300.000 personas trabajando desde el lunes. Allí abunda el trabajo esencial. En Sevilla no tanto.

Las medidas de protección son insuficientes, no hay mascarillas para 47 millones de españoles. Y no sabemos lo que tenemos. No hay test suficientes. Van a organizar una encuesta, en la que cada testado vale por un montón, que pueden estar infectados o no, dependerá de cada cual, no del resultado que le salga al vecino.

Estar encerrado es un castigo, que se cumple por solidaridad. Pero el ministro Illa no puede decir que los hogares son “un foco importante” de los contagios, porque parece que nos están tomando el pelo. Y las peluquerías siguen cerradas.

José Joaquín León