EN 2010 (cuando empezaba una década prodigiosa que nos llevaría de Zapatero a Pedro Sánchez pasando por Rajoy) decían que España era el primer país de Europa y el segundo del mundo en líneas de alta velocidad ferroviaria. Sólo superado por China en número de kilómetros, incluso por delante de otros países que presumían de sus trenes rápidos, como Francia y Japón. Fue en 2011 cuando consiguieron, con la mediación del rey Juan Carlos I, que adjudicaran el AVE de La Meca a un consorcio con empresas españolas públicas y privadas, un proyecto que se valoró en 6.736 millones de euros. El AVE español, que empezó en Sevilla, era una maravilla. Sin embargo, ahora se habla de paralizar algunos proyectos porque ha sido un derroche, y lo quieren poner en la picota.

El AVE iba a llegar a casi todas las ciudades, pueblos y villorrios de este país. Los alcaldes lo pedían a gritos. A José Luis Ábalos, el actual ministro de Fomento, le siguen exigiendo que termine las obras previstas. Difícil misión, cuando no hay presupuestos aprobados y el dinero se lo están gastando en los ERTES, el ingreso mínimo y otras ayudas, hasta conseguir que todos los españoles cobren una paguita del Estado y sólo resistan las empresas del Ibex 35, que tan contentas están con el Gobierno de Pedro Sánchez.

Se oyen cantos de sirenas, que alertan de que la expansión del AVE fue un error. Desde Bruselas avisan que sólo es rentable en líneas con demanda alta, que enlacen grandes ciudades. Pero que en las de 100.000 habitantes, pueblos y villorrios siempre será deficitario. Y ya se está creando el ambiente adecuado para frenar inversiones que habían prometido.

Para Sevilla fue una suerte que el AVE empezara por aquí. Gracias a Felipe González, como siempre se recuerda. Gracias a la Expo 92, que fue la excusa, como también se debe recordar. Ahora también dicen que el AVE se ha convertido en uno de los factores de propagación del coronavirus. No por los contagios en los trenes, sino porque permite ir y venir desde Madrid masivamente. En las dos Castillas critican que el AVE a Toledo y Valladolid, y el aeropuerto de Barajas, donde llegan los vuelos de Hispanoamérica, están entre los factores de contagio más evidentes, pues desde Madrid se extiende por el resto de España.

¿Se acuerdan del AVE transversal de Sevilla a Granada, que pasaría por Osuna y Antequera? Tiene menos futuro que un mosquito en Coria. El AVE está bajo sospecha. Ya se ha olvidado que fue el orgullo de España, un país atrasado que había sobrevivido entre el ferrobús y el tren botijo.

José Joaquín León