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EL domingo, antes de las nueve de la mañana, había una aglomeración en la plaza de la Virgen de los Reyes para ver la salida extraordinaria de la Virgen de la Encarnación, de San Benito. El domingo, pasadas las ocho de la tarde, había una larga cola ante la basílica de la Macarena para el besamanos de la Esperanza. Se suele decir que mayo es el mes mariano y junio el mes eucarístico. Pero diciembre también es un mes dedicado a la Virgen en Sevilla. No se concibe un Adviento del Hijo que no sea en honor de su Madre. Cuando se habla de la tierra de María Santísima, unos piensan en un libro de Benito Más y Prat, y otros lo ven como una exageración. Pero Sevilla es una parte de Nazaret, o quizá sea al revés.

Si los Reyes Magos pudieron ser andaluces, originarios de Tarsis, como escribió Benedicto XVI en La infancia de Jesús, la Virgen debió ser sevillana. Dios quiso que Ella naciera en Nazaret, pero con el tiempo permitió que sea Sevillana Adoptiva. Por eso ha recibido medallas de la ciudad con diversas advocaciones. Por eso, cuando llegan las fechas señalaítas del Adviento, el pueblo se acuerda de la Madre.

Ese calendario espiritual tiene dos momentos estelares: en el 8 de diciembre, cuando festejamos la Inmaculada Concepción, y en el 18 de diciembre, cuando se celebra la Esperanza. Falta una semana para el día del parto sagrado. Una semana se imagina como un periodo santo. Pero a los gozos de diciembre no se reserva una semana, sino casi todo el mes. Todos los días hay fiestas en su honor.

Tras los cultos y besamanos de la Inmaculada, llegaron otras fiestas marianas, como la Virgen de Loreto, patrona de los Aires y titular de San Isidoro, cuya fiesta se celebró el día 10. Y como la Virgen de Guadalupe, patrona de México y América, que en Sevilla es la Reina del Postigo, cuya fiesta se celebró el día 12. Este año con la tristeza de que su autor, Luis Álvarez Duarte, había fallecido tres meses antes.

El domingo pasado fue un día especial. A los besamanos de las Esperanzas, de Loreto y de Guadalupe, se sumó una procesión extraordinaria. La Virgen de la Encarnación volvió a su parroquia de San Benito y a su barrio de la Calzada con un horario de Domingo de Resurrección, como si fuera la Aurora de diciembre. No sólo conmemoraban los 25 años de su coronación. Era también un símbolo de la Pascua que se intuye en el horizonte. Y un pórtico de la Esperanza que nos llegará mañana.

Sevilla acompaña a la Virgen, sabiendo que en diciembre se cierra un año y se gesta otro. La Esperanza le abrirá la puerta del tiempo al Gran Poder de su Hijo.

José Joaquín León