Ultimos vídeos

PUBLICIDAD
Kiefer 001
 

ALGUNAS de las noticias locales que publica el Diario se deberían incluir en la sección Tristezas. Son noticias para pasodobles o tangos. Del tipo: “Torrot renuncia a su fábrica de Cádiz”, “Zara huye de la calle Columela y algunas más se lo piensan”, “Cierra el bar Las Palomas, pero en octubre será peor”. Todo de ese tipo, sintomático de la decadencia en los tiempos del coronavirus. Ahora se está avivando otra polémica, entre Martín Vila, en nombre del Ayuntamiento, y Antonio de María Ceballos, en nombre de los hosteleros, por la ampliación de terrazas de los bares. Asunto complejo, en el que ambas partes tienen razón. A medias...

Partimos de dos conceptos evidentes:

1. Los hosteleros están arruinados, en general, y puede ser peor, según el verano.

2. Cádiz tiene un espacio finito, en el que caben los veladores que caben, y no se puede llenar toda la ciudad de mesas y sillas.

A eso se añade que tú puedes poner cinco mesas estorbando el paso en la plaza de San Francisco y quedarse vacías. Por lo cual se entiende que lo mejor es que vuelvan a sentarse Martín Vila y Antonio de María y les monten una mesa, no para tomarse dos gin tonics, sino para intentar un acuerdo.

Hace falta una campaña de imagen positiva, no de broncas permanentes. Vuelvo al ejemplo del bar Las Palomas. El cierre consumado demuestra la poca habilidad que hay en Cádiz para crear sus propios mitos. En otras ciudades (Sevilla, Madrid) a sus bares ilustres los tratan como si fueran patrimonio de la humanidad o algo parecido. Las Palomas fue enaltecida por dos tapas esenciales: la ensaladilla y la merluza rebozada (a la que en Cádiz no se llamaba pavía, de origen sevillano). Con dos tapas, básicamente, este bar de la calle Buenos Aires esquina a Enrique de las Marinas era uno de los más típicos, junto a La Privadilla, el Pedrín y otros que se perdieron y que completarían una larga lista. En Las Palomas hubo algún episodio raro de salmonelosis, lo que no impidió que la clientela siguiera pidiendo ensaladilla, tras las oportunas mejoras.

Puede que algunos bares sean de otros tiempos. Puede que los hubieran cerrado del mismo modo. Se sabe de hosteleros que, en sus sueños, ven tatakis volantes y un cielo con estrellas Michelín. Pero, como ya han explicado, en octubre vendrá lo peor, si sufrimos un verano con poco turismo.

José Joaquín León