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EL mercado funciona así, a su manera. Todavía quedan algunos restos del capitalismo, que ha sobrevivido a la pandemia, y que no depende de grandes multinacionales. No son personas como Ana Patricia Botín o Pablo Isla, que le dicen al Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias lo que deben hacer, o como Antonio Garamendi, el presidente vasco de la CEOE. Los presidentes de los organismos empresariales y de las altas finanzas suelen ser vascos o catalanes, del sector no independentista, lo que les aporta un carisma heroico. Pero no me voy a referir a las altas finanzas, sino a las bajas, a eso que denominan la economía sumergida, que tan importante resulta en Sevilla, ciudad con tendencia al submarinismo económico. Según las estadísticas piratas, supone más del 30% del PIB local. Las nuevas guarderías son otro ejemplo.

La primera guardería pirata descubierta en Sevilla estaba por la zona de la plaza del Pelícano y apareció en los telediarios nacionales. Según la presentaron, parecía algo malo. Pero, según lo explicaron, hasta resultaba razonable. Unos padres se habían puesto de acuerdo para que una cuidadora (a la que pagaban) se quedara con sus hijos, mientras ellos iban a trabajar. Si las guarderías oficiales se han arruinado, o están interesadas en mantener los ertes hasta septiembre, alguien se debe quedar con los niños que no tienen abuelas y abuelos dispuestos a morir por España.

La Consejería que encabeza Javier Imbroda permitió abrir las escuelas infantiles del primer ciclo (de 0 a 3 años). Pero una cosa es permitirlo y otra que las abran. En caso de no ser así, en caso de que los profesores ya hayan dejado muy claro que ellos no son canguros, ¿qué hacer? Una solución consiste en una cooperativa de padres y madres, que contratan a alguien y montan una guardería pirata con los niños y niñas, que permanecen al cuidado de alguien y no son abandonados.

No entro en detalles como la Seguridad Social, el pago de impuestos, si los que cuidan pueden cobrar el ingreso mínimo vital, u otros trapicheos propios del submarinismo local. Por el contrario, hay que reconocer que se ajusta a la realidad: es oferta para la demanda. En esta pandemia, el Estado debe colaborar. Pero como han arruinado a la iniciativa privada legalmente establecida (por ejemplo, a las guarderías auténticas de pago), la gente se busca la vida. Puede que Sevilla se llene pronto de guarderías, igual que en otros tiempos se llenó de peluquerías. Y de bares, aquellos bares del barrio de Santa Cruz, que en otros tiempos eran negocios florecientes y hoy permanecen cerrados.

José Joaquín León