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EL Cádiz demostró que no se merece jugar las eliminatorias de ascenso a Primera. Con un empate hubiera mantenido el sexto puesto, pero perdieron ante el Extremadura, que no se jugaba nada, aunque se les vio motivadísimos, vaya tela, corriendo hasta con calambres como si les fuera la vida. La forma de perder del Cádiz fue un mamarracho futbolístico. Un gol regalado y una sensación de impotencia tristísima. Se han desinflado cuando había que dar el do de pecho, como la temporada anterior.  En los últimos seis partidos, el Cádiz ha conseguido cinco empates y una derrota. Tampoco tuvieron suerte, les perjudicó incluso el aplazamiento, que dejó al Cádiz sin Machís, el único que hubiera podido enmendar algo.

Todo era raro en este partido. Comenzó con un emotivo minuto de silencio en memoria de José Antonio Reyes. En el primer cuarto de hora parecía que los dos equipos estaban todavía guardando el luto. No pasaba nada. ¿Acaso los de amarillo no se habían enterado de que tenían en juego toda la temporada en este partido?

Al Cádiz le faltaba Machís. Pero al Extremadura también le faltaban varios titulares y tenía en juego a ex cadistas como Kike Márquez o Fausto Tienza, a los que aquí se consideraba paquetes. Además jugaban con el portero suplente, Álvaro Fernández, de 21 años, que estuvo muy seguro.

Por el contrario, el portero del Cádiz, Alberto Cifuentes, que ha cumplido 40 años y se merece muchos elogios por todo lo que ha dado, tuvo la mala suerte de estar ausente de la portería en un mal despeje de Sergio Sánchez, que rebotó en Pomares y se convirtió en una vaselina teledirigida. Gol absurdo, de los más potrosos que se han visto esta temporada.

El primer tiempo del Cádiz fue difícil de entender. Un juego prehistórico y torpe, sin pases bien dirigidos, con Salvi y Jairo enviando centros alocados e imposibles. Y con  Lekic como hombre gol, que ya es decir, pues del gol se retiró hace muchas jornadas.

En el segundo tiempo, el Cádiz sacó a relucir todo su arsenal de delanteros torpes. El que puso más ganas fue David Querol, que pudo marcar cerca del final, de cabeza, tras haber chutado dos veces a considerable distancia de la portería. ¿Para qué fichó Cordero a Mario Barco? ¿Para qué ficho Arias a Rennella? Con esos delanteros, y sin Machís, lo normal es que el Cádiz no marque.

La única esperanza que restaba, Ager Aketxe, tampoco tuvo su noche. No le salió nada bien, ni en las faltas, ni en los saques de esquina. Todo iba a las manos del portero. Fue lamentable ver una acumulación de delanteros perdidos arriba, cuando lo que hacía falta era un centrocampista que llevara el juego con sentido común y unos extremos que entraran y pusieran balones parea rematar.

Por si faltaba algo, llegó la última jugada boba del partido, en la que Mario Barco y Querol estaban solos delante del portero. ¿Y a quién le dio Barco el pase de la muerte? Se lo regaló al portero. Era lo que nos quedaba por ver.

Así se desperdicia otra temporada, en la que el Cádiz tenía posibilidades de ascender y las ha tirado a la basura. Jugando como se juega, un milagro parece imposible.

José Joaquín León