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ES lamentable la gestión del caso de la listeria, incluyendo la reacción de los políticos. En este país, y en esta ciudad, parece que lo más importante, cuando aparece un problema (incluso tan grave como éste), es ver si la responsabilidad política es de la derecha o de la izquierda. Para demostrar que los malos son los otros. Algunos se las prometían muy felices, paradójicamente, porque parecía que iban a pillar al consejero de Salud, el dicharachero médico Jesús Aguirre, que es del PP. Sería el primer patinazo gordo del gobierno de esa Andalucía Suma, que formaron PP y Cs, con la tolerancia de Vox. El trifachito, como decía Susana Díaz. Hasta que se descubrió que el caso sucedió en Sevilla, y que el Ayuntamiento del socialista Juan Espadas tiene competencias. Las habían gestionado con evidente despiste, por decirlo suave. De ese modo, se ha llegado al forcejeo de la culpa no es nuestra, sino tuya.

¿Y qué? Por supuesto que importa. Ni la Junta de Andalucía, ni el Ayuntamiento de Sevilla (ni el PP ni el PSOE) pueden estar contentos de la gestión de sus políticos en este asunto. Pero tengamos seriedad para analizar la gravedad de lo ocurrido. Y sobre todo para valorar las mayores responsabilidades, que según las investigaciones son de la empresa Magrudis. Es un ejemplo de lo que puede suceder en una empresa de alimentación de Sevilla, cuando sus responsables proceden de tal modo y no existen controles que lo frenen a tiempo.

Según lo publicado, es un tropiezo grave en la gestión alimentaria y en la salud pública. Un caso con tres fallecidos y varios abortos que aún pueden ampliarse en los próximos días. Un caso que ya veremos cómo acaba cuando la empresa se declare en suspensión de pagos e insolvencia, y no pueda atender indemnizaciones. Un caso en que se cometieron presuntas barbaridades de higiene que causaron la listeria. Y donde el empresario parece que no era el que figuraba, sino que puso a su hijo nominalmente. Un caso donde comerciaban con una marca blanca de otra empresa sin control. Un caso donde se habla con desparpajo de un almacén clandestino. Un caso donde había otros productos contaminados cuya existencia no se conocía. En fin, unas actuaciones que deben esclarecer, pero que recuerdan los peores escándalos alimentarios del siglo pasado.

En Sevilla se ha actuado con un tercermundismo, una negligencia y una desatención que son intolerables. Por eso, lo que importa no es sólo buscar al culpable político, sino imponer y hacer cumplir normas que eviten otros casos tan flagrantes y vergonzosos como el de Magrudis.

José Joaquín León