EL Pleno extraordinario convocado ayer en el Ayuntamiento de Cádiz será recordado porque los concejales del PP colocaron dos banderas de España en su tribuna. Ignacio Romaní, José Blas Fernández, Mercedes Colombo y Juan José Ortiz han salido en las fotos tras las banderas. En esta ocasión, a diferencia de lo ocurrido en el Parlamento de Cataluña, nadie de Podemos se arrancó para retirarlas. Al final, el alcalde González departió con algunas limpiadoras de la playa. Si bien corren tiempos difíciles de extravío separatista, el Pleno no trataba ninguna casuística de política territorial, sino que aprobó las obras incluidas en el Plan Invierte 2017.

ADEMÁS de puerto base de cruceros, el muelle de Cádiz debe ser una escala obligada para todos los buques escuelas que navegan por los mares y los océanos. Ya es puerto de salida y llegada para el Juan Sebastián de Elcano, pero debería incluirse en las rutas de todos. Por eso, ver estos días al Amerigo Vespucci italiano, que es como un barco propio, junto al BAP Unión de Perú, ha recordado ese tradicional ambiente portuario, que antes era cotidiano y se está perdiendo, como tantas cosas. Todo hay que decirlo: si la calle Plocia ya no es lo que era en su ambientación, se debe a que el puerto gaditano cambió sus circunstancias.

HAY noticias contradictorias, que nos dejan intuir una incipiente burbujita en el turismo de la provincia de Cádiz. ¡Cuidado! Un día después de publicarse en el Diario que había sido el verano con más contratos de empleo (mayormente temporales), se supo que el paro había aumentado en agosto. Pero el problema no está sólo en el empleo, sino especialmente en que ha disminuido el número de turistas en los hoteles. Así lo ha reconocido el presidente de Horeca, Antonio de María, que lo atribuye a las funestas consecuencias del levante en el verano de 2016. Puede ser que también hayan influido otras cuestiones.

EN la ciudad de Cádiz existe una profunda preocupación social por la cultura. Aunque algunos días no se nota. Por ejemplo, la Policía Local ha informado sobre la detención de “una persona” (sin mayores precisiones) a la que acusaban de ser el presunto autor de daños en 26 de los cuadros de la exposición callejera sobre el Tricentenario de la Casa de la Contratación, que se ha instalado en el museo público de las rejas del Muelle. Un lugar de lo más apañado. Y lo de llamarlos cuadros también se debe precisar, porque no son como los de Zurbarán del Museo de la plaza de Mina, sino reproducciones gráficas, algunas artísticas y otras no tanto.

EL riesgo de atentados terroristas yihadistas en Cádiz y su provincia es hoy el mismo que existía antes del 17 de agosto. Ni más, ni menos. No hay que acongojar a la gente. No hace falta cambiar los hábitos de vida, ni nada de eso, porque a la larga es lo que buscan los terroristas: crear más miedo del razonablemente necesario. Por ello, la instalación de bolardos en lugares como la plaza de San Juan de Dios hay que verla en su justa medida. Estamos en la apoteosis del bolardismo. Desde que se difundió que Ada Colau no los quiso colocar en las Ramblas de Barcelona, todos los alcaldes están dispuestos a bolardear lo que haga falta. Aunque sea sin ton ni son, y sin valorar las consecuencias colaterales que pueden ocasionar.