VAMOS a suponer que un diputado español conservador (esto, es del PP) va y dice que Mariano Rajoy estaría dispuesto a emprender una guerra para reconquistar Gibraltar. ¿Qué dirían nuestros políticos? Pues lo mismo que ahora se han callado cuando Michael Howard, un ex líder tory del Partido Conservador, ha dicho que Theresa May estaría dispuesta “a una guerra como la de las Malvinas” por Gibraltar. A esto es a lo que yo he llamado el síndrome de Gibraltar. Nuestros políticos (sobre todo los considerados progresistas) se ponen del lado contrario, le hacen el juego a Picardo y a los otros, y se confunden. ¿Saben por qué? Porque todavía no han entendido que la situación es justamente la contraria de antes.

LOS militantes del PSOE decidirán quién es su nuevo líder. Pero en las elecciones generales votarán todos los españoles. Y eso hay que tenerlo en cuenta, visto lo visto en las dos últimas ocasiones. Por ello, la presentación de Susana Díaz en Madrid ha sido como un cierre de filas del PSOE auténtico, el que ha ganado elecciones en las urnas. Allí estuvieron casi todos los dirigentes que han tocado el pelo de las orejas del poder. Encabezados por Felipe y Zapatero, los dos únicos líderes socialistas que habitaron en el palacio de la Moncloa. Algunos que se desunieron se han vuelto a unir. No es Susana Díaz quien los atrae por sus propios méritos excepcionales. Sucede que ella representa la última posibilidad de supervivencia.

CONFUNDEN el ateísmo incrédulo y el laicismo civil con su resentimiento anticatólico y revanchista. Los ateos de pacotilla tienen una especial habilidad para dar por saco e incordiar en Cuaresma. Se ha visto con la polémica de las misas en televisión y la campaña contra los colegios religiosos. Son clásicos de este tiempo, fenómenos habituales ligados a las fechas, como los garbanzos con espinacas y las torrijas. Se puede pensar que es por influencia del Maligno, pero dudo yo que Lucifer esté entre los consejeros de Pablo Iglesias, a pesar del apellido, que lo rebrincará. Con Monedero y Echenique ya tiene suficiente para espantar.

ALGUNOS piensan que será fácil, que Susana Díaz se convertirá en la lideresa del PSOE. Como ya ha confirmado que se presenta (a lo justo para fastidiar el mitin de Pedro Sánchez en Cádiz) ha llegado el momento de buscarle sucesión. Aunque lo más sensato sería que siga en la presidencia de la Junta de Andalucía. Al menos, mientras no tenga unas elecciones generales en el horizonte. Aquí es razonablemente feliz. Aquí discute con Juanma Moreno el del PP y con Teresa Rodríguez la de Podemos, un poco menos con Antonio Maíllo el de IU (que en tiempos aún cercanos gobernaba con el PSOE) y casi nada con Juan Marín el de Ciudadanos, que le brinda su apoyo. Todos son actores secundarios en la política nacional, donde no conseguirían un Goya de premio. Susana tampoco es diputada del Congreso y no puede sostener tensos debates con Mariano Rajoy ni con Pablo Iglesias.

HA comenzado una campaña de desprestigio contra Susana Díaz, aunque su candidatura a liderar el PSOE todavía no es oficial. Una campaña bastante torpe y muy cutre. Con descubrimientos que mueven a las carcajadas, como que la Junta de Andalucía tiene tropecientos mil empleados públicos y un montón de millones de déficit. Detalles que se sabían desde que era presidente Manuel Chaves. Intentos de pringarla en algo, lo que sea. Recordar las estadísticas de Andalucía, que no está a la cabeza de España en casi nada excepto el número de parados. Logros muy negativos, que incluso no son suyos, en algunos casos. Las campañas en España son una bendición: tan desastrosas y burdas que suelen conseguir el efecto contrario al deseado.