HEMOS llegado a la segunda quincena de julio con un atasco previsible, según lo ha calificado Juan Carlos Cabrera, concejal de Movilidad (y de otros asuntos). Esto es como una cruz que le ha tocado cargar, sin que sea en la madrugada, sino a plena luz del día. Las obras del puente de las Delicias durarán hasta el 2 de septiembre. Es decir, que han elegido la segunda quincena de julio y el mes de agosto para los atascos, al considerar que la gente se despistará en las playas. Pero eso sucedía antes de la Torre Pelli, cuando la burbuja inmobiliaria. Ahora, después de Rajoy, hay muchos que van y vuelven en el día, y así contribuyen a los atascos. Y otros que ni siquiera pisan las playas (aprovechando este verano atípico sin 43 grados a la sombra), sino que se van directamente a los atascos de seis kilómetros en la SE-30, donde se echa la mañana, con el fresquito del aire acondicionado y la radio clásica.

SON curiosas las vueltas que da la vida. Hoy puedes estar aquí, mañana allí y pasado nunca se sabe. En las vísperas del debate de la ciudad, el nuevo delegado del Gobierno, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, visitó al alcalde, Juan Espadas, en el Ayuntamiento. Acudía Celis como si fuera un embajador de Pedro Sánchez, o algo así. Espadas lo recibió y le pidió que le organice una reunión con el ministro Ábalos para el Metro. Todo era como una película cómica. Porque, en realidad, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis tiene una experiencia municipal importante, sabe casi lo mismo (o más) que Espadas. Celis fue el hombre fuerte de Monteseirín durante siete años. En otras circunstancias, hubiera sido el sucesor natural para la Alcaldía.

CUANDO alguien denuncia a un cargo público suele haber más ruido que cuando se archiva. Y no se valoran las consecuencias. Lo digo por el revuelo mediático que se montó cuando en la Pascua florida celebraron en Coripe la fiesta de la Quema del Judas, que en esta ocasión fue un muñecajo de Ana Julia Quezada, la asesina confesa del niño Gabriel Cruz. Un grupo contra la intolerancia denunció a Antonio Pérez, alcalde socialista de esa población, por lo que se presentó como un linchamiento, incluso racista o xenófobo. Sin embargo, la Fiscalía de Sevilla ha archivado el caso, al considerar que se trata de una fiesta popular, en la que todos los años se quema un muñeco que representa a alguien, y que no había nada punible en este asunto.

EL debate sobre el estado de la ciudad pasará a la historia por el arboricidio del verano. Los de Participa (o sea, Podemos) no respetan al alcalde en la misma medida que Pablo Iglesias a Pedro Sánchez. De modo que lo han rebautizado como Juan Serrucho, por su prodigalidad para talar árboles a destajo (hasta la semana pasada a eso se llamaba apear, pero ya no), y ahí están, enviando manifestantes con sus pancartas a la Plaza Nueva. La cosa tiene su gracia, aunque al alcalde le ha parecido “una tontería política”. También es injusto, ya que están reponiendo para compensar, y no se ha oído hablar de Juan Carlos Pala ni de Antonio el Sembrador. A pesar de que Cabrera y Muñoz han  plantado por diversos barrios del hábitat urbano sevillano. Y al concejal de Parques y Jardines, David Guevara, le piden la cabeza, como si estuviera ahí para cortar por lo sano.

SE podría decir que el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, tiene una flor como la que cultivaba con éxito Johan Cruyff. Todo le sale bien. A diferencia de quienes parecen gafes, es lo contrario: un talismán. Entre sus mejores especialidades están los premios y congresos. Todos vienen a parar a Sevilla. Ha conseguido los Goya (que tienen premio por partida doble), pero también los premios de Cine Europeo, y los Max, y los Forqué, y los Ondas, y cualquier cosa que se le ocurra, donde haya faranduleo y lucimiento mediático. En los Goya tiene el glamour garantizado el próximo febrero, a un trimestre de las elecciones municipales. Y sin problemas: los indignados estarán callados, ya que es una fiesta de su agrado.