NO hay ninguna provincia andaluza que tenga en estos momentos una situación como la de Cádiz. Sus municipios más poblados están cerrados perimetralmente por su alta incidencia, o a punto de que se adopten medidas más drásticas. Incluida la capital, que entró en la lista negra después de Jerez y San Fernando, y después de las medidas en los ocho municipios del Campo de Gibraltar. Resulta extraño, muy extraño lo que está ocurriendo, porque en la primera ola, allá por la primavera de 2020, Cádiz era la provincia (y la capital) con menos casos de Covid-19, junto a Huelva y Almería. Hasta especulamos con la posibilidad de que beneficiara su clima marinero. Hasta suponíamos que su ubicación geográfica ofrecía alguna ventaja.

Cuando el Gobierno encargó el estudio serológico de la población española, el ministro Salvador Illa y el inefable speaker Fernando Simón dijeron que era muy importante, ya que permitiría obtener conclusiones encaminadas a la prevención de nuevos contagios. En ese estudio aparecía Cádiz como una de las provincias con menos incidencia de la pandemia (y por tanto con menos inmunidad de rebaño), lo que también celebramos. Pues parecía que la pandemia estaba bastante controlada.

Y así surgen las preguntas que ahora nos inquietan. ¿Qué ha pasado para que el Puerta del Mar sea el hospital más agobiado de Andalucía? ¿Qué ha pasado para que el cierre perimetral afecte a los principales municipios de la provincia? ¿Por qué la incidencia es ahora más alta en los municipios más poblados? ¿Qué influencia han tenido las fiestas navideñas y el gaditano modo de celebrarlas?

No hay hipótesis científicas plausibles. Ni los políticos ni los especialistas han dado respuestas fiables para esas preguntas. No hay demasiadas certidumbres en la prevención de la pandemia, de ahí que pase lo que pasa; y de ahí que vayamos de una ola a otra, con el riesgo de que se desboque sin que se enteren. La realidad actual es muy preocupante. Sobre todo porque se ha desvanecido esa sensación de confianza. Y porque hay un dato que es obvio: la primera ola se contuvo cuando la gente estaba encerrada, mientras que ahora (con la gente desconfinada) aumentan más los contagios en Cádiz que en otros territorios españoles y andaluces. Parece que aquí no se están comportando mejor, sino peor.

Veremos en qué condiciones llegan Cádiz y su provincia al próximo verano. Ahí estará la clave para evitar una ruina total. El Carnaval de 2021 ya no hay quien lo salve. Es más coherente apostar por la precaución, aunque sea duro.

José Joaquín León