HOY es 16 de julio, el día de la Virgen del Carmen. A las 20 horas debería salir la cruz de guía a la Alameda de Cádiz. Sonaría la Salve Marinera, para que el paso avanzara, para que la cuadrilla de cargadores de Manolo Ruiz Gené la empezara a llevar con delicadeza por ese itinerario que mezcla el señorío de la Alameda y el centro de Cádiz (la plaza Mina, la calle Ancha, San Antonio), con el desborde final por el barrio del Mentidero, que siempre la espera como Reina. Y aunque ahora la plaza está reconvertida en un gigantesco bar (por culpa de la pandemia), quedará esa añoranza de los dos últimos itinerarios que la Virgen del Carmen recorrió: la belleza de asomarse al mar en la noche oscura desde el Parque a la Alameda; o el recuperado entusiasmo de Bendición de Dios, que es la auténtica calle del Carmen Coronada, aunque no sea la oficial.

No podremos ver nada de eso, ni de tanto más que cada uno guarda en su corazón carmelitano, junto al escapulario. Tampoco podremos oír las marchas de la banda de la Oliva de Salteras. Ni oler el incienso que se eleva y produce un aroma inolvidable, al mezclarse con el aire salobre del mar amansado en la bahía. Ni podremos tocar el cielo sin necesidad de manos, cuando pasa la Virgen en su paso de palio, bambalinas que se mecen como cuentas de un rosario, que van clamando su Avemaría por las calles gaditanas. Ni quedará ese regusto seco, nunca saciado, de la sed de Dios que pregona la Virgen del Carmen entre ráfagas de viento (años de poniente, años de levante) bajo los balcones de la calle Veedor. Los cinco sentidos del amor eterno, la nostalgia de otros16 de julio en Cádiz.

Pero vayamos también a lo más prosaico. Viendo las celebraciones de la Eurocopa de fútbol, con el autobús de la selección de Italia rodeado por miles de tifosis (en su inmensa mayoría sin mascarillas), ¿cómo no acordarse de los agravios comparativos? ¿Por qué el fútbol tiene bula? ¿Por qué han permitido estadios llenos en Budapest y Copenhague? Hasta la OMS, de dudosa fiabilidad, ha advertido que la Eurocopa puede contribuir a difundir más la pandemia. Y, sobre todo, viendo eso, ¿cómo pedir prudencia a los jóvenes?

Sólo prohíben las procesiones, excepto la versión rara de Jerez. Es un sacrificio que duele, pero que se cumple y ofrece por respeto y por solidaridad con los demás, incluso con quienes no la merecen. Quedará el consuelo de que toda la Verdad, y nada más que la Verdad, sigue viva en esa Virgen del Carmen, que hoy nos espera en su templo de la Alameda, y que por segundo año no saldrá a las calles de Cádiz.

José Joaquín León