EL pasado domingo, día 18 de julio, se cumplieron 85 años desde el golpe de estado o sublevación militar que inició una guerra civil entre las dos Españas. Quedan pocas personas (sólo los mayores de 85 años que han sobrevivido a la pandemia) a las que considerar testigos vivos de aquel conflicto bélico. Y ya no quedan soldados de aquellas batallas, excepto alguno que resistiere con más de 100 años cumplidos. Sobre la guerra civil de 1936 se ha escrito mucho, y frecuentemente sin rigor. ¿Sigue teniendo influencia? A la vista está. Aún existen esas dos Españas que hielan el corazón del españolito. A las que se refirió Antonio Machado en 1912, y que venían del siglo XIX. Su familia lo sufrió.

El pasado lunes, día 19 de julio, se cumplieron 40 años de la muerte de José María Pemán. Con ese motivo celebraron un homenaje en el Oratorio de San Felipe Neri, organizado por la Junta de Andalucía, con el apoyo de la familia del escritor, y presidido por la consejera Patricia del Pozo. En ese encuentro anunció la intención de unir a las figuras de Pemán y Alberti con un manifiesto en pro de la concordia, ahora tan maltratada.

Con la mentalidad cicatera y rencorosa de hoy no se entiende el pasado. Volviendo a los dos Machado, fueron hermanos separados por la guerra, que antes habían escrito varias obras juntos. Algunos no saben que Manuel Machado fue un republicano ferviente, que escribió un himno en 1931, para sustituir al recuperado de Riego. En la guerra se quedó en el bando franquista. Manuel fue elegido para la Real Academia Española en 1938, y se lo comunicó José María Pemán. Manuel murió en 1947 y Pemán asistió a su entierro. Por el contrario, Antonio había muerto en el exilio de Colliure (Francia) en 1939. A final de 1936 se trasladó a Valencia, aunque él no quería abandonar el Madrid republicano. Se fue tras convencerlo Rafael Alberti.

Familias separadas y rotas, amigos en bandos enemigos, víctimas del odio y la injusticia… Eso fue la guerra de 1936 a 1939. Y la posguerra. Quienes la sufrieron no querían más heridas. El abrazo que se dieron José María Pemán y Rafael Alberti, en 1981, en Cádiz, era un símbolo de la reconciliación de las dos Españas.

Sería deseable que el Ayuntamiento también recupere esa reconciliación. Y digo más: además de reponer la lápida de Pemán en la casa de Isabel la Católica, deberían levantar en Cádiz un Monumento a la Concordia, con esculturas de Pemán y Alberti, para acabar con el revanchismo. Lo podrían colocar en el Parque Genovés, donde hay sitio. Es más digno tolerar que odiar. Y es mejor construir que destruir.

José Joaquín León