TELÓN de fondo para situar: los partidos comunistas y marxistas, para llegar al poder, necesitan disfrazar al lobo con una piel de cordero. En Marx se puede leer que su forma de gobernar es la dictadura del proletariado. Pero cuando vivimos en una monarquía parlamentaria, con elecciones cada cuatro años, se debe enmascarar en la medida de lo posible. Tras la máscara (que puede ser incluso bonita, o simpática, o dicharachera, o parecer otra cosa), están los verdaderos intereses, que siempre han sido de ordeno y mando. Deciden ellos y obedecen los demás. Resulta bastante fácil entender que eso es lo que está ocurriendo con el Carnaval de Cádiz. Los carnavaleros, a los ojos de muchos gaditanos, se han quedado con el culo al aire (dicho sea con perdón). Han sido valientes de boquilla, en el Teatro Falla, sobre todo cuando no gobernaba un comparsista; pero cuando les han inventado otras Fiestas Típicas se las han tragado. Sólo han protestado algunos autores que han optado por la ética de su conciencia.

El traslado de fechas del Carnaval, una vez que las autoridades han establecido la nueva normalidad, carece de sentido. Es un capricho dictatorial del alcalde y su grupo. No hay ningún aval científico. Al contrario, con más del 80% de la población gaditana vacunada, el riesgo de la pandemia está a punto de darse por finiquitado. La gravedad de los contagios va a menos. Y hay algo más: Pfizer y otras farmacéuticas están experimentando píldoras contra la enfermedad que parecen efectivas. La Covid 19, en breve, no impedirá la vida normal. Hay que ser prudentes, sí, pero sin engañar.

Kichi empezó su gestión como alcalde hablando de participación ciudadana. Recuerden el fin de las barbacoas, entre otras curiosidades, que llevaron hasta el nombre del Estadio Carranza. La participación ha muerto. En la gestión del Carnaval se cargó el Patronato, que le resultaba molesto, incluso hostil, porque algunos autores y grupos no se dejaban manejar. Ahora todo depende de él, de lo que le da la gana. Hasta quiere controlar a los romanceros y su concurso, para impedir que salgan en febrero. A pesar de que no son como los coristas.

A la ausencia de participación se ha sumado el trágala. Ya el lobo se ha quitado la piel de corderito. Ya no le importa que perjudique a la hostelería y a los hoteles, a la Universidad y a los colegios, a otras fiestas y a gaditanos con otras creencias. Se empeña en una anomalía sin fundamentos. Y se niega a dar marcha atrás: el Carnaval será en mayo y en junio porque lo manda él. ¡Y a obedecer! Esto sólo pasa en Cádiz. Y no es por casualidad.

José Joaquín León