EN la polémica por los cambios de nombres de las calles, la opinión de los vecinos es importante. Son los afectados. Pues si te cambian el nombre de la calle, después debes realizar gestiones para modificarlo en los documentos. Y eso, aparte del gasto que origine (nunca será millonario), es una pérdida de tiempo. “Time is money”, según el aforismo que popularizó Benjamin Franklin, que tiene calles en El Puerto de Santa María y Algeciras. En Cádiz, no. En Cádiz no todo el mundo puede perder el tiempo, pues hay muchos pensionistas y muchos parados, pero cada cual con sus cositas, su corazoncito y sus preferencias. Por ello, lo más chocante de esta polémica del nomenclátor es que los vecinos de algunos lugares, como la plaza de San Severiano, se hayan enterado cuando lo leyeron en el Diario.

En otras ciudades se les pregunta. Y, si no quieren que les cambien el nombre de su calle por otro, pues no se modifica. Conozco un caso de una ciudad en la que pidieron el nombre de una calle para un artista. Vivían ocho vecinos en la calle y se negó uno, pero el Ayuntamiento no la cambió. Por evitar molestias, y porque el vecino amenazó con acudir a los tribunales.

Lo mejor es poner el nombre nuevo a una calle nueva. Dedicaron a Adela del Moral la calle que se abrió entre la de Muñoz Arenillas y el Paseo Marítimo, junto al nuevo hotel Cádiz Bahía. Eso permitía cumplir con la dedicatoria y no perjudicaba a nadie. Existen glorietas sin rotular y algunos lugares donde no viven vecinos. Son un territorio abonado para los nuevos nombres. Cuando se cambia, están cometiendo un doble acto: poner y quitar.

Tenemos el ejemplo ya mencionado de la Alameda. Para dedicársela a Clara de Campoamor y las hermanas Carvia Bernal, Kichi se la quitó a Apodaca y el marqués de Comillas. También se debe valorar la proporcionalidad. A un personaje secundario no se le debe otorgar una calle principal. En otros tiempos no ocurría. Fue en el convulso siglo XIX cuando empezaron las divisiones de liberales y conservadores, de monárquicos y republicanos, y después en el XX, con los franquistas y los rojos. Así se alternó el baile de nombres y el despropósito. Cambios cuando se le daba la vuelta a la tortilla de los políticos.

Por eso, es necesario un criterio estable, que beneficie a todos, entre ellos también los vecinos. Vuelvo a recordar que el callejero de Cádiz tiene importantísimas ausencias. Y que se debería incorporar a personajes principales antes de cumplir con los secundarios. Para eso hace falta un recto criterio y no improvisar.

José Joaquín León