EN estas fiestas de Navidad se ha quedado Cádiz sin La Gloria. Era tradicional que en estas fechas tuvieran una amplia clientela, sobre todo para adquirir su turrón de Cádiz, que era de Cádiz-Cádiz (y no de Toledo, como el mazapán), y también los pestiños, que pasaban por ser los mejores. Con el cierre del Horno La Gloria se ha perdido una pastelería y panadería que llegó a ser la número uno de Cádiz, pero sobre todo se pierde la gloria más dulce de un pasado que se desmorona.

Como tantos negocios gaditanos, La Gloria tenía un origen familiar. Ha durado casi un siglo, pero no lo ha cumplido Fue fundada en 1923 por Manuel Ruiz García y continuada por sus hijos, Manuel Ruiz Marchante (que falleció) y su hermano José, al que todo el mundo conoce en Cádiz como Pepe el de la Gloria. En los últimos tiempos, le tocaba el turno a la tercera generación, que suele ser la que pasa por el duro trance de echar el cerrojazo a los negocios familiares en Cádiz, salvo raras excepciones.

Desde que se jubiló Pepe el de la Gloria se sabía que la empresa pugnaba por sobrevivir. A Pepe, en los mejores años, se le veía por todas partes, con su nombre de cantaor, pues no en vano el horno estaba en la calle Gloria, a la vera de Sopranis donde hay tantas placas de figuras del flamenco. A las que se podría sumar la placa fúnebre del “Aquí estuvo el Horno La Gloria”. En esta Gloria llegaron a trabajar más de 120 empleados, tenía locales y cafeterías por el centro y extramuros y vendía sus productos en Hipercor. No era una tiendecita de barrio. En cierto momento, se rumoreó que la quería comprar Nueva Rumasa, antes del segundo barquinazo de Ruiz-Mateos.

El cierre de La Gloria prolonga la ruina de los pasteles gaditanos. Así pasaron otras glorias de nuestras confiterías. Así se perdió Viena, que forma parte de la historia de la calle Novena. Así se perdió La Camelia de los Gamero, que forma parte de la historia de la calle Ancha, la calle Nueva y otras calles y avenidas. Así se ha perdido casi todo. Un tiempo de empresas gaditanas que se fueron a pique, y que han sido sustituidas por tiendas de chinos, o por los comercios de Amancio Ortega, el único español rico de verdad.

¿Y cuándo se jodió el espíritu comercial gaditano? Ya sólo queda el turrón de Cádiz-Cádiz en algunas pastelerías clásicas que resisten, como Alameda o El Pópulo. Puede llegar un día en que todo el turrón de Cádiz lo fabriquen en Toledo. Así como ha llegado un día en que ya no queda nada de la Gloria de Cádiz. Todas las glorias gaditanas son efímeras, se podría recordar en el epitafio.

José Joaquín León