EN esta historia hay cánticos de sirena, pero también canta un gallo. La sirena es Nadia Calviño, que recorre mares entre tempestades, aspira a presidir el Eurogrupo, y ejerce como fiel guardiana del rescate de Bruselas. La sirena Nadia canta cuando le conviene, y toca la flauta, y se ha cargado el impuesto a los ricos que quería implantar Unidas Podemos. Pablo Iglesias no ha sido capaz de resistir. Ha naufragado en uno de los proyectos que presentó como irrenunciables, pero más vale un sillón de vicepresidente que estrellarse. Dicen que han aparcado la subida de los impuestos para ayudar a la reconstrucción del país. Con lo cual asumen una teoría que va contra el ideario de la izquierda: resulta que las subidas de impuestos no ayudan a reconstruir los países. Marx era más revolucionario.

Los ricos también lloran, y si no lloran no maman. Los ricos han empezado a llorar porque algunos ya sólo son ricos de espíritu. Quizá lucen un título de conde, duque, o marquesa, pero están tiesos. No se apuntan a los comedores sociales, o al ingreso mínimo vital, por el qué dirán. Pero no les llega ni para tomarse un café con Carmen Calvo. Los ricos de verdad habían amenazado con llevarse las grandes fortunas a Suiza o Luxemburgo. “Esos son los patriotas de las banderas”, apuntó Echenique. Pero la sirena Nadia no pensaba en Luxemburgo, sino en Bruselas, que no queda tan lejos.

Los cantos de sirena le fastidiaron la Odisea al Ulises del PSOE. Cuando Pedro Sánchez se amarró al palo del voto de EH Bildu para cargarse la reforma laboral de Rajoy, Nadia entonó un réquiem y le obligó a rectificar. ¿Quién manda en ese barco, Ulises? La gente cree que no manda nadie, y que va navegando por mares turbulentos, a base de golpes de timón descontrolados. Pero no es así. Manda el lobby de Bruselas, que le escribe la partitura a Nadia Calviño.

En esas estaban cuando le ha tocado el turno al impuesto de los ricos. Era innegociable, y ha cantado el gallo. Pablo de Podemos lo ha negado, como Pedro. “¿Tú no eras el que iba contra los ricos?”, le preguntaría una kelly. “¿Qué dice usted, señora? Yo vivo en un chalé de Galapagar”.

Siguen navegando, ya sin tantos remilgos. Creen los del Íbex 35 que a ciertos antisistemas es mejor tenerlos enchufados y cobrando, que haciendo acampadas como indignados en la Puerta del Sol. Así se consigue que el Consejo de Ministros parezca el camarote de los marxistas de hoy en día.

Y así la sirena va a lo suyo, rumbo a Bruselas, en las largas noches marineras, cuando algunos sueñan despiertos, y alucinan, y suponen que Ítaca está en la Moncloa.

José Joaquín León