FALTA sólo una semana para que se consume una de las mayores barbaridades contra la democracia en España. Me refiero a las elecciones autonómicas de Cataluña, que han convocado coincidiendo con la tercera ola del Covid-19, con restricciones y medidas sanitarias en las que resulta imposible votar con normalidad. Tampoco es factible constituir las mesas electorales sin arriesgar a sus componentes. Lo que está sucediendo es abusivo, es un retorcimiento de la democracia, aunque haya sido autorizado por la Junta Electoral. Y si la participación flojea no será inevitable, sino porque lo han buscado con intencionalidad ventajista. El principal motivo por el que no se aplazan es porque Pedro Sánchez y los socialistas catalanes se han negado para aprovechar el gran momento de Salvador Illa.

En Galicia y el País Vasco también hubo elecciones autonómicas. Pero recuerden que estaban previstas para el 5 de abril, Domingo de Ramos de 2020, y que los gallegos y los vascos votaron finalmente el 12 de julio, cuando la gente llenaba las playas, cuando el ministro Illa y Fernando Simón creían que el coronavirus estaba dando los coletazos finales, venido a menos con las calores del verano. La participación en Galicia y el País Vasco fue similar a otras convocatorias electorales. Y aún así, fue criticado por los mismos que ahora se callan.

Las elecciones de Cataluña son peligrosas por las condiciones sanitarias en que se van a desarrollar, y también por los resultados. Si la participación baja puede haber sorpresas en una sociedad polarizada entre independentistas y constitucionalistas. Dos bloques que están fragmentados. Cuatro partidos independentistas confían en obtener escaños (ERC, JxCat, CUP y PdeCat) y cuatro partidos constitucionalistas aspiran a conseguir representación (PSC, Ciutadans, PPC y Vox), además de los Comunes, que no se sabe lo que son. Bueno sí, la bisagrita para montar un tripartito con Salvador Illa y las huestes de Oriol Junqueras. Algunos creen que esa será la solución, como si no lo hubieran intentado ya en los tiempos de Maragall y Carod-Rovira.

El disparate de las elecciones en Cataluña salpica a toda España. Es el motivo por el que el Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias no ha modificado el estado de alarma para ampliar el toque de queda y permitir los confinamientos en casa. Simplemente porque las elecciones serían aún más injustificables si cedían a esas peticiones. Entre la salud o la economía han elegido a Salvador Illa en el país de las maravillas.

José Joaquín León