LA destitución de Fernando Simón como coordinador de la pandemia del Covid 19 sería una medida de higiene nacional. Desde el principio este señor ha cometido errores de bulto. Ha adoptado decisiones equivocadas, que él mismo ha reconocido. Ha realizado declaraciones contradictorias, en las que decía algo y lo contrario. Ha asumido, en ocasiones, que íbamos mal y hasta que no sabía por dónde íbamos. Se ha permitido detalles chulescos. Ha omitido las consecuencias de sus errores, que podían ser incluso mortales. Y hasta ha lanzado mensajes opuestos a los que difundía el Gobierno. Sin embargo, Pedro Sánchez, que se lo encontró en el cargo, no lo ha destituido. ¿Por qué? Debe ser por algo que no sabemos. Otra explicación choca contra la lógica.

Ante las manifestaciones del 8-M, la actitud de Fernando Simón ha sido impresentable. No pudo actuar así por casualidad. Afirmó que se puede asistir a las manifestaciones feministas guardando las distancias de seguridad. Lo dijo horas después de que la ministra de Sanidad, Carolina Darías, pidiera lo contrario. Además, y sin venir a cuento, lo comparó con las procesiones de Semana Santa, que desaconsejó, porque no es lo mismo manifestarse en las calles vestidas de morado que cargar 2.500 kilos todos por igual, según el ejemplo que puso.

Lo que no dijo es que, además de las procesiones de Semana Santa, han prohibido todos los cultos externos, entre los que se incluyen vía crucis, traslados y rosarios de la aurora, a algunos de los cuales irían menos de 500 personas. Pero no se trata de perseverar en la comparación odiosa, sino que las manifestaciones del 8-M de 2020 causaron muertes en España y contribuyeron a la expansión de la pandemia. No fueron la única causa de la propagación, por supuesto, pero sí que influyeron, como otros actos, partidos de fútbol y mítines, además de las medidas equivocadas.

Tras su nueva metedura de pata, Fernando Simón dijo que no se expresó bien y pidió perdón. Pero después ha llegado el sainete de los delegados del Gobierno con las manifestaciones: uno prohíbe y otros autorizan. ¿Qué pasaría si después del 8-M hay un aumento de casos que obliga a adoptar medidas más restrictivas? ¿Quiénes serían los culpables? ¿Por qué las feministas tienen permiso para hacer lo que se prohíbe a otros ciudadanos? No sería la única manifestación de la pandemia, pero las circunstancias y el riesgo no son comparables.

Tampoco hay que demonizar al feminismo, sino simplemente pedir que las normas sean iguales para todos y todas. Y que este doctor Simón sea relevado ya de su cargo.

José Joaquín León