LA ineficacia al gobernar se paga. Tenemos un Gobierno de coalición y sin cohesión, en el que una médica es ministra de Hacienda, una abogada funcionaria es ministra de Sanidad, un artista del baile que empezó dos carreras y no terminó ninguna está al frente de las autonomías, una psicóloga emparejada con un vicepresidente que dimitió está transformando los géneros, etcétera. Y en el que el presidente Pedro Sánchez, encantado de conocerse en la Moncloa, nombró ministra de Exteriores a Arancha González Laya, una abogada vasca especializada en comercio, que ha trabajado en la ONU y la OMC, y que presentaba un perfil de los mejorcitos del gabinete. Pero ha demostrado poca capacidad diplomática y mucha cara dura para negar la realidad.

Las cosas son como son, y no como nos gustaría que fueran. Esto resulta importante para las guerras y los conflictos diplomáticos. Marruecos es un país peculiar, autoritario sí, pero que sirve de dique contra el islamismo yihadista. En las relaciones con Marruecos, hay que poner la balanza en funcionamiento. Marruecos necesita dinero y ayudas de España y de la Unión Europea para contener el carajal que tienen detrás del Tarajal. Marruecos es un mal menor, y tiene un alto riesgo de empeorar. Marruecos no es como Francia, ni como Portugal. Es un vecino con el que conviene llevarse bien a pesar de todo, pues tiene capacidad para dar por saco, incordiar y quitarnos el sueño varios días. Y saben cómo hacerlo.

Marruecos no sólo puede incordiar con la inmigración. También con la agricultura, la pesca, la droga, reivindicar Ceuta & Melilla… ¿Y el terrorismo del yihadismo? Habían pasado menos de dos años desde que Aznar emprendió la reconquista del islote del Perejil hasta que estallaron bombas el 11 de marzo de 2004 en trenes de Cercanías, con el resultado indirecto de que el PP perdió las elecciones. ¿Por casualidad? Probablemente, ya que nunca se demostró la teoría de la conspiración. Pero a alguien se le olvidó avisar. Los autores de los atentados de Cataluña en 2017 eran marroquíes, como el imán de Ripoll que los adoctrinó.

Para Marruecos no es “un acto humanitario” que España hospitalice al líder del Polisario Brahim Gali, que no es afiliado de la Seguridad Social, al que trasladaron de tapadillo , y al que en Rabat consideran un terrorista. ¿Qué dirían los partidos españoles si Puigdemont se refugiara en Casablanca disfrazado de Humphrey Bogart?

En la diplomacia se trabaja sin populismo. Toca elegir entre lo malo o lo peor

José Joaquín León