UNO de los motivos por los que Pedro Sánchez consiguió la presidencia del Gobierno fue el miedo a Vox. La posibilidad de que Alberto Núñez Feijóo necesitara un pacto con Vox para gobernar, según auguraban las encuestas, impulsó el voto del miedo, con una movilización del electorado socialista. Y quizás algún cambio de voto moderado. Le salió bien la jugada, porque le permitió un pacto Frankenstein con los partidos progresistas, o plurinacionales, o lo que sea ese conglomerado que montó para que no gobernase el PP con el apoyo de Vox. Era la línea roja que no se podía pasar, no era ético pactar con la extrema derecha.

Sin embargo, él sí puede pactar con la extrema izquierda. Ábalos ha confirmado que Sánchez se reunió con Otegi para la moción de censura a Rajoy. Desde entonces ha recibido los votos de Bildu, que son los herederos políticos de ETA. También pactó con Podemos y colocó en el Gobierno como vicepresidente a su líder, Pablo Iglesias. El talante de Podemos lo ha confirmado esta semana Ione Belarra, diciendo en el Congreso de los Diputados que “hay que reventar a la derecha”. Pedro Sánchez asimismo pactó e indultó a los independentistas de ERC y ofreció una amnistía a Puigdemont a cambio de los votos de Junts.

Pactaron con los que desprecian al Rey y a la Constitución, con los que se manifiestan contra los jueces cuando la sentencia no es de su agrado, con los que se amparan en el odio para tergiversar la memoria democrática. Gobiernan con los que se oponen a algunos acuerdos de la UE y la OTAN, e incluso empezaron apoyando a Putin y los rusos contra Ucrania, hasta que se dieron cuenta de que en Moscú ya no mandan los comunistas. Contra esa extrema izquierda no hay líneas rojas.

Y tampoco la hay contra los independentistas. Ya están empezando algunos movimientos para blanquear a Aliança Catalana, que puede tener 20 escaños en el próximo Parlamento de Cataluña. Según los delirios de Oriol Junqueras, AC es una creación de los servicios de inteligencia españoles. Pero en Barcelona algún gurú está insinuando que se les podría integrar en la normalidad política catalana. A uno de los partidos más extremistas de Europa, más de ultraderecha que Vox, y que aspiran a una Cataluña independiente y xenófoba, de la que expulsarían a la morería.

Las líneas rojas sirven para mantenerse don Pedro en el poder. Es decir, son para los otros. Pero no para los que quieren reventar a la derecha, si falta hiciere, cuando temen por sus carteras.

José Joaquín León