CASI sin darnos cuenta, hay un repliegue comercial en el centro de Sevilla. Mientras la gente se distrae con la guerra de los veladores que ha declarado Juan Espadas (en plan Capitán Trueno de la hostelería), resulta que hay locales comerciales vacíos en la plaza del Duque, la calle Tetuán y la Campana; esto es, en el cogollo de la llamada milla de oro y los palacios que perdimos. No es sólo un problema del comercio de toda la vida, que también tiene locales comerciales vacíos en la calle Francos, en la plaza del Pan, en Lineros, en Puente y Pellón, y así podríamos seguir como si fuera el itinerario de la Hiniesta. También afecta a grandes almacenes, y a franquicias que caen o se renuevan.

El repliegue táctico de El Corte Inglés en la plaza del Duque es sintomático de la burbuja comercial. Lo que hace el grupo de referencia marca tendencia. En los tiempos de Isidoro Álvarez, en la plaza del Duque no sólo estaba El Corte Inglés. Momentos hubo en los que coexistía con el Lubre y el Simago (o el Marks&Spencer fallido). Hasta que todos pasaron a la historia del comercio local. El Corte Inglés se quedó con los tres grandes establecimientos de la plaza y con los dos de Galerías Preciados en la Magdalena. Y hasta hubo rumores de que querían el edificio de la Comisaría (toquemos madera). Pero en los nuevos tiempos se han ajustado a las necesidades reales y han soltado lastre. El edificio de los deportes (donde tenían Sfera) les ha quedado estupendo. Y todo lo demás se ha reagrupado en la Casa Madre, frente a la Madre y Maestra.

Sin volar tan alto, hay que decir que en el centro existen otros locales más pequeños que tampoco se alquilan. Según algunos expertos inmobiliarios, crece una burbujita de locales, provocada por el cambio en los precios de los alquileres de renta antigua. Ese trasiego de la Cerería del Salvador, que ha cambiado tres veces de local sin irse de la plaza, está atacando de los nervios a algunos comerciantes. Se supone que todo se va a reajustar. Pero, en estos momentos, el desconcierto ha frenado algunas inversiones, porque los precios de los locales complican los proyectos.

No es solo el fin del comercio tradicional, sino que cada vez es más difícil comerciar. Aunque también hay algunas excepciones. Ahí está Amancio Ortega. Su primera tienda en Sevilla fue la de Zara en la calle Puente y Pellón. Cuando todavía existía Vilima en la esquina de enfrente.

José Joaquín León