EN este Gobierno, como suele ocurrir en este país, cada cual sólo se preocupa por lo suyo. Así un ministro dice algo y otro lo contrario, depende del departamento. Es natural que la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, quiera potenciar los viajes en Semana Santa, porque eso sería lo suyo. Lo antinatural es que esta señora no ponga los pies en el suelo y salga a levitar por los mundos de Yupi. En Sevilla la situación se entiende bien, pues las procesiones de Semana Santa están suspendidas, lo que la hace insalvable. Igual que ocurre con la Feria de abril. Parece que aquí el problema sólo afecta al turismo y la hostelería, pero es más profundo.

Alrededor de la Semana Santa y de la Feria existe una industria local con peculiaridades ajustadas al momento. Si los pasos con las sagradas imágenes van a la Catedral, portados por costaleros y acompañados por nazarenos y penitentes, no es para llenar los bares de sus itinerarios. Ni tampoco los hoteles y apartamentos para turistas. Esa es una consecuencia indirecta, que beneficia a la hostelería. Y también hay que insistir en lo ya apuntado: no son los únicos perjudicados en 2020 y 2021.

Alrededor de la Semana Santa existe esa industria propia que se ha arruinado con la pandemia. Pensemos en las tiendas de los capirotes. En estos días de febrero, la Alcaicería, Matahacas, San Esteban, Álvarez Quintero y otras calles añoran las colas para capirotes a la medida. Las tiendas para nazarenos no tienen nada que vender este año. Ni nadie va a comprar un cinturón de esparto o unas sandalias, ni siquiera unos calcetines blancos. Tampoco será igual el consumo de flores y cera. Sin olvidar que la artesanía de los orfebres, bordadores, tallistas y demás oficios han perdido trabajos, hasta reducirse al mínimo.

El Ayuntamiento ha firmado un convenio con el Consejo General de Hermandades y Cofradías que permitirá salvar algunos muebles no inventariables. El acuerdo rubricado por Juan Carlos Cabrera y Paco Vélez ayuda en una situación de emergencia, tras perderse los ingresos de las sillas y palcos. Con la Feria llegará otra tristeza. Toda la industria local que se gestó alrededor de las fiestas de primavera se ha quedado devastada. Y no son grandes empresarios, sino familias que vivían de eso.

¿Viajar para qué? En Málaga, aunque no salgan tronos de Semana Santa, hay playas. En Sevilla habrá una exposición en la Fundación Cajasol y los templos abiertos. Otro año horrible, por culpa del coronavirus. Otro palo para la ciudad y sus ciudadanos; en lo económico, sí, pero sobre todo en su modo de vivir y sus sentimientos.

José Joaquín León