POR culpa de la pandemia del coronavirus estamos perdiendo las tradiciones y las buenas costumbres sevillanas, como vimos en Semana Santa. No me refiero a las mantillas, que se han vuelto a poner de moda, por hacer algo bonito el Jueves Santo, con los Santos Oficios restringidos y con policías locales vigilando los aforos, sino a las obras públicas. Otros años, desde el mes de febrero, o incluso desde el Quinario del Señor del Gran Poder, en los medios de comunicación locales comenzaban las advertencias: “El Ayuntamiento asegura que las obras de la calle Tal y la plaza Cual estarán a punto para Semana Santa”.

El Sábado de Pasión te podías encontrar al concejal del Casco Antiguo, que es Juan Carlos Cabrera, y a sus auxiliares, por ejemplo en la calle Amor de Dios, vigilando que no hubiera baches para el día siguiente, cuando pasaría por allí la Amargura. Y el Cecop, antes de que llegara Diego Ramos, cuando aún estaba Rafael Pérez, retiraba obstáculos. Las zanjas, las calicatas, los cajones de obras, los balcones salidos, los cables bajos, las farolas locas y esas cosas que ponen para estorbar a los pasos de palio y obligar a bajar las cruces de los Crucificados. En definitiva, para complicar a capataces y costaleros.

Pero este año no. En 2021 hemos tenido colas en las iglesias y virguerías en las priostías. Es raro que nadie diga que ha sido como una catequesis plástica a través de los altares y los suelos alfombrados de los templos. Sin embargo, no hemos tenido ese sin vivir de las obras, ese no llegar, ese echar horas extraordinarias. Esas cuadrillas, no de costaleros, sino de obreros puros y duros, que iban de mudá para dejarlo todo listo en tiempo y forma.

En este Semana Santa hemos visto obras activas (y estorbando) en la plaza de la Magdalena, en la plaza del Cristo de Burgos y la calle Dormitorio, incluso en la calle Trajano los primeros días. ¿Se imaginan eso con una Semana Santa como las de toda la vida? Se hubiera formado la marimorena. Hubieran puesto al alcalde de vuelta y media en la Plaza Nueva. A Juan Espadas no se le hubiera ocurrido, en esas circunstancias, viajar en la mañana del Viernes Santo a Málaga, a pesar del confín perimetral para los que no somos alcaldes. ¿Y por dónde llegarían a la Campana las cofradías de Triana, con esa plaza de la Magdalena patas arriba?

Todo el mundo en general dice que la Semana Santa de 2022 será diferente. Es lo mismo que decíamos el año pasado. Ninguna Semana Santa es igual. Ni es habitual ver las calles y plazas del centro en obras durante esos días.

José Joaquín León