LA muerte de Joaquín Sainz de la Maza, a los 71 años, víctima de un cáncer de pulmón, es dura y prematura. Aportó mucho, pero quedó la sensación de que aún podía dar más. Y, sin embargo, sus últimos años, tras la renuncia en el Consejo de Hermandades y Cofradías, ya eran de retirada. Por cuestiones personales, y también de salud, estaba como esos mayores que se retiran del mundo, y viven el presente como una prolongación dolorosa de un pasado que fue mejor. Este ya no era el tiempo cofradiero de Joaquín, que finalizó abruptamente. Pero este tiempo no sería igual sin él, sin su ejemplo, y sin aquellos maravillosos años que vivió como hermano mayor de la Macarena, en el fin de siglo, desde 1993 a 2001, siguiendo la estela de su mentor, José Luis de Pablo-Romero.

Estaba vinculado a una gran empresa sevillana, Saimaza, y le ocurrió lo mismo que a otros emporios familiares que dejaron de serlo. Cuando llegaron nuevos rumbos empresariales, a Sainz de la Maza se le reconocía en Sevilla por su gestión en las hermandades y en el núcleo duro (por así decirlo) del Arzobispado con monseñor Asenjo. En la Macarena protagonizó un periodo inolvidable, que venía de José Luis de Pablo-Romero, con quien fue teniente de hermano mayor. Le hizo una sucesión perfecta, para dar una trayectoria ejemplar a su hermandad, no sólo interna sino también externa. Inolvidable fue la conmemoración del IV Centenario, celebrada en 1995, con el pontifical y una procesión triunfal de la Esperanza.

Después se mantuvo en el servicio a la Iglesia, ocupando diversos cargos en el Arzobispado, entre los que se debe destacar su gestión al frente de Manos Unidas. Desde allí se proyectó (¿o fue proyectado?) a la presidencia del Consejo de Hermandades y Cofradías, en un momento difícil para la institución. Si bien es verdad que el Consejo nunca ha vivido momentos fáciles, porque suele servir para el pim pam pum del cofraderío más hooligan.

Joaquín Sainz de la Maza intentó reformar algunas entelequias, pero no le dio tiempo. Era curioso que alquilara una habitación de hotel durante la Semana Santa para estar a la vera de la mismísima Campana en los días señaladitos. No pudo completar los cuatro años. En su renuncia, algunos lo trataron con mucha crueldad y con ninguna caridad cristiana.

Junto a un retrato de la Esperanza Macarena, que él firmó y me dedicó en 1995, hoy veo un cirio verde, en homenaje a Joaquín Sainz de la Maza. La Esperanza ya le ha abierto su camarín del cielo, para premiarle el verdadero amor de su vida.

José Joaquín León