LA tarde inolvidable en que el Señor del Gran Poder fue a la Catedral (por un itinerario insólito, con revirás en silencios que dolían) se dio la casualidad de que Juan Ignacio Zoido fue nombrado ministro de Interior. El Gran Poder de Dios en Sevilla coincidió con los pequeños poderes terrenales. Y no es que fuera un milagro. Aunque algunos ya habían dado a Zoido por liquidado, políticamente hablando, por no haber mantenido los 20 concejales que le otorgaron la Alcaldía (y eso puede que sí fuera un milagro en 2011). Algunos de sus compañeros del PP sevillano le estaban moviendo el sillón, a ver si le daban una patada por elevación y acababa en Madrid.

Rajoy y otros altos dirigentes del PP saben que Zoido ha sido el candidato más votado en todas las elecciones a las que se ha presentado en Sevilla capital después de perder la Alcaldía con Juan Espadas. Una pérdida que tampoco llegó en las urnas, sino por el pacto del PSOE con Podemos e IU. Así que si fuera una patada por elevación ha subido una barbaridad, porque aterriza en el Ministerio del Interior; y en la silla buena, que no es lo mismo que aterrizar en un carguillo simbólico.

El nombramiento de Zoido como ministro de Interior es un premio gordo a una trayectoria. No es un premio de consolación. Otros ex alcaldes y ex alcaldesas muy notables del PP no han sido nombrados ministros en esta promoción. El Ministerio del Interior no es una bicoca, ni un retiro dorado. Sustituye a un personaje controvertido, como es Jorge Fernández Díaz, protagonista de las escuchas telefónicas y sus derivaciones. Quizá fue un episodio puntual, pero Interior es un ministerio caliente en todos los sentidos, incluyendo la responsabilidad ante el terrorismo.

Le puede gustar más o menos un cargo. Pero ser ministro de Interior es más importante que ser alcalde de Sevilla. Tiene más dimensión nacional. Ser ministro supone para un político que ha llegado alto. Yo conozco a varios y varias que lo están deseando. También supone que, si cumple acertadamente, puede seguir encabezando las listas de Sevilla.

Por lo demás, si hay batallas interiores, en ese ministerio estará bastante entrenado. Es curioso que a veces los políticos son más respetados por los rivales que por una parte de los suyos. A Zoido, desde que dejó de ser alcalde, han intentado ponerle zancadillas muy evidentes. A la vista está que sin conseguir los objetivos.

José Joaquín León