ANDALUCÍA, en general, y la provincia de Sevilla, en particular, han tenido (y mantienen) una dependencia notable del campo. Por supuesto, ya no es lo que era en el siglo XIX o a principios del siglo XX. Recordemos que el andalucismo, en sus orígenes, surge para reivindicar mejoras en la vida de unos campesinos hambrientos y analfabetos, en un medio rural marcado por el latifundismo. En los escritos de Blas Infante está presente esa situación. En el himno de Andalucía, que sí tiene letra, se canta: “¡Andaluces, levantaos! ¡Pedid tierra y libertad!”. No se dice que pidan un robot para la inteligencia artificial. Por eso, las reivindicaciones agrarias se deben situar en su contexto, sin descalificar diciendo que son de extrema derecha.

Según datos de la Junta, la agricultura representa en torno al 6,5% del PIB andaluz, cuando la media española está en torno al 2,6%. No es el sector más importante, porque en Andalucía los servicios públicos suponen el 23,6% y la industria manufacturera también la supera. Sin embargo, la actividad agraria es la principal fuente de empleo en la mitad de los municipios andaluces. El 32% de la población andaluza (uno de cada tres) reside en áreas rurales, un porcentaje superior al de otras regiones. La población agraria andaluza ocupada supone el 9,1% del empleo, mientras que la media española es del 4,2%. Y la renta agraria andaluza es el 35,9% de toda la renta agraria española.

Esto significa, por resumir, que Andalucía es la primera región agrícola de España, en cantidad de población ocupada y en volumen de negocios agrarios. Con una clara repercusión en exportaciones y ventas. Por otra parte, ya no estamos en los tiempos del latifundismo, cuando el campesinado reivindicaba la reforma agraria. En el siglo XXI, el campo andaluz está bastante reformado. Las reivindicaciones apuntan sobre todo a Bruselas y a la competencia desleal de otros países, más pobres, pero menos honrados al producir.

Las concentraciones de tractores y cortes de carreteras insisten en un error de las protestas sindicales, que es molestar a otros trabajadores que no son culpables de esos problemas y que también tienen los suyos en sus empleos. Por eso, hay que medirlas y dirigirlas a los lugares correctos.

En los tractores hemos visto muchas banderas españolas y algunas andaluzas. De ahí se ha deducido que son de extrema derecha. Aunque en Cataluña había algunas esteladas indepes y han sido recibidos por Pere Aragonès. Este conflicto ha surgido porque abundan unos gobernantes oportunistas y viven ajenos a la realidad.

José Joaquín León