DESDE un punto de vista teórico, las terceras elecciones parecen una barbaridad, pero desde un punto de vista pragmático posiblemente sería lo mejor. Se comprobaría el impacto real que han tenido las paridas de los últimos meses en el electorado. La situación no es la misma, por lo que tampoco es seguro que los resultados fueran idénticos, ni siquiera parecidos. Se votaría el 18 de diciembre, sin miedo a una indigestión de polvorones; esto es, dos días antes que el 20-D de 2015. El cansancio del elector tampoco me parece tan agobiante. Hay que ser muy flojo para cansarse por votar tres veces en un año. Yo voto cerca de donde vivo, y paso por la puerta del colegio muchos días. No se pierde tanto tiempo.

LA buena gente está decepcionada con la nueva política que han puesto de moda los nuevos partidos, a la que se han sumado los viejos partidos de la vieja política, que ahora quieren ser tan nuevos y tan modernos como el que más. Por ello, están dispuestos a destrozarse, y después a reorganizarse, refundarse, o lo que hiciera falta. Un nuevo PSOE y un nuevo PP, con otros nombres más poéticos, convertirían en viejos a Podemos y Ciudadanos, que también deberían refundarse para ser más modernos. Y así seguirían. Pues la novedad era eso; o sea, nada.