EL sanchismo se mantiene en el poder gracias a que ha buscado la división y el enfrentamiento entre los españoles. Los ciudadanos de este país son divididos entre progresistas y reaccionarios (o fascistas), desde una falsa superioridad moral, que señala a los progresistas como los buenos y a los reaccionarios como los malos. Ese enfrentamiento se va moviendo a conveniencia, y afecta a grupos sociales y territoriales. Está demostrado que Feijóo no pudo formar Gobierno en 2023 por el mal resultado con las mujeres, los jóvenes y Cataluña. Esos fueron los puntos más débiles del PP, y lo saben Pedro Sánchez y su batallón de sanchistas y progresistas sumados. Por eso, cuando no hay un problema que les beneficie, lo inventan.
ESTE año, al llegar el 12 de octubre, se ha criticado menos el supuesto genocidio que cometieron los españoles en América. Eran otros siglos, y ya no se sabe si las masacres de ahora son más crueles. Al margen de la historia, nos ha quedado la Hispanidad real. Y el mestizaje de América, donde al parecer unos fueron a hacer la guerra y otros el amor, que es lo que ha quedado. La Hispanidad adquirió una leyenda negra apoyada por españoles, no por los que conquistaron América en los siglos del oro, sino los que manipularon y siguen inventando una memoria histórica en la que ya parece que la Hispanidad era franquista.
HE escrito en varias ocasiones que la estrategia electoral del PSOE pasa por hinchar a Vox. Por eso, lo que hace Pedro Sánchez va en esa dirección. Con un PP debilitado y un Vox fortalecido la diferencia entre las fuerzas del centro-derecha y la extrema derecha se quedaría diluida. Y el PSOE aprovecharía la debilidad de Sumar y Podemos para erigirse en el voto útil de la izquierda. No le daría a Sánchez para obtener la mayoría absoluta del bloque progresista. Pero, si el PSOE fuera el partido más votado, podría intentar que el PP le permitiera gobernar, con el mismo argumento que proponía Feijóo en julio de 2023: un Gobierno del partido ganador, con apoyos puntuales. Otra opción: una gran coalición de socialistas y populares como en Alemania. Sería imposible con Sánchez, y con otro improbable.
SE juntan todos los ingredientes para una moción de censura al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. No tiene presupuestos aprobados, ni probablemente los va a tener. Está bajo sospecha por presuntos casos de corrupción de su esposa, su hermano y dos de sus hombres de confianza en el PSOE. Y, para colmo, pierde las principales votaciones parlamentarias. A la vuelta de las vacaciones, le pasó con la rebaja del horario laboral, donde Junts impidió la aprobación. Y le ha vuelto a pasar con las competencias de inmigración para Cataluña, que le han tumbado, con los votos de Podemos (y dos de Sumar), unidos a los del PP y Vox.
FUE retirado de la circulación el astuto negociador Santos Cerdán y tomó su relevo el presidente emérito José Luis Rodríguez Zapatero. Ser presidente emérito resulta difícil, pues te puedes quedar impertérrito como un jarrón chino, o volverte lenguaraz para demostrar que sigues siendo muy listo, o incordiar al líder de tu partido como si fueras de los otros, o enchufarte como mediador. Zapatero ha elegido la última posibilidad. Y va trajinando por aquí y por allí, lo mismo por Venezuela con su amigo Maduro, que por las tierras de Suiza y Bélgica con el amnistiado Puigdemont.