NO se confundan, que no me refiero a Emiliano sin camiseta, ni siquiera a Ábalos, el último en enterarse. Después de lo ocurrido en Galicia, nadie lo debería dudar: el principal enemigo del PSOE es Pedro Sánchez. Tienen al enemigo en casa. En las elecciones del 23-J, el PSOE se quedó a 16 escaños del PP (137 a 121). Antes, el 28-M, en Andalucía perdieron alcaldías como Sevilla y Jerez, entre otras. En las autonómicas, el PSOE sólo retuvo dos comunidades: Asturias y Castilla La Mancha. Y en esta última gobierna Emiliano García-Page, el que no viste la camiseta sanchista. En primavera, afrontarán las elecciones del País Vasco, donde es previsible que el PSOE vuelva a ser tercero, con un posterior inconveniente: quizá deba optar entre mantener el pacto con el PNV, o echarse en brazos de los independentistas de EH Bildu. Y, tras pasar por las europeas, llegarán las catalanas.

SI las encuestas se cumplen, el gobierno de Galicia se decidirá por un escaño o dos. El PP parece que ganará claramente, con una horquilla estimada entre 34 y 40 escaños. Pero necesitará al menos 38 para que Alfonso Rueda siga como presidente de la Xunta. En caso de no conseguirlos, la presidenta será Ana Pontón, del BNG, a la que las encuestas auguran entre 23 y 30 escaños. Para ello necesitará el apoyo del PSOE, que podría conseguir entre 13 y 15 escaños, aunque el CIS de Tezanos les otorga apenas 9 escaños en la horquilla más baja. Se supone que para relativizar el previsible fracaso. En estas elecciones, Feijóo se juega su liderazgo, porque presidió la Xunta y porque Rueda fue su vicepresidente. Pero Pedro Sánchez y Yolanda Díaz también pueden salir tocados, según sean los resultados.

PUDIERA ocurrir que Carles Puigdemont no sea amnistiado. Hoy lo tiene más difícil que hace un mes. Y en el PSOE están empezando a surgir dudas. Porque se van a estrellar en Europa, que es donde no lo esperaban, y eso le duele bastante a un partido que ha presumido de ser el más europeísta; con razón, además. La resolución aprobada por la Eurocámara esta semana, para que España investigue las conexiones de Puigdemont y los independentistas catalanes con Rusia, deja en muy mala posición a Pedro Sánchez, que es el presidente de la Internacional Socialista. Aunque no sea vinculante, supone el mayor revés que ha sufrido la amnistía de Puigdemont desde que el Gobierno emprendió ese camino a lo loco. La conexión rusa es la principal clave para que descarrile la amnistía. Por eso, Puigdemont presiona para que no lo pillen por ese asunto. Y, por eso, se ha minusvalorado esa resolución. A Sánchez le interesa taparla.

PREPÁRENSE para una campaña sucia en las elecciones de Galicia, que están convocadas para el 18 de febrero, primer domingo de Cuaresma. Ahora todo está marcado por el odio y el rencor. Es la política del ventilador, a la que se refirió Alfonso Guerra en tiempos pretéritos. Consiste en esparcir la mierda por todas partes, menos por una, la propia, a donde también termina cayendo. Algunos dicen que la culpa de esto la tiene Zapatero, porque fue quien rescató la memoria de la Guerra Civil. Cuando empezaron a remover las tumbas, ya fue el sálvese quien pueda. Los muertos estaban tranquilos con el descanso eterno. Y ya nadie habla de reconciliación, ni de concordia, ni de paz. Ni siquiera los abogados cristianos.

TIENE gracia que lo más señalaíto de Fitur haya sido el encuentro informal que mantuvieron un presidente autonómico del PSOE y tres del PP. La reunión de Emiliano García-Page (Castilla La Mancha) con Juanma Moreno (Andalucía), Carlos Mazón (Comunidad Valenciana) y Fernando López Miras (Murcia) no parece que surgiera por casualidad. Incluso fueron apartados del encuentro la presidenta de Extremadura, María Guardiola, y el presidente de La Rioja, Gonzalo Capellán, ambos del PP, que pugnaban por salir en las fotos y las imágenes de televisión. Pero no les permitieron el minuto de gloria. ¿Por qué? Porque no tenían velas asignadas para ese entierro político.