RESULTA curiosa la poca atención mediática que está recibiendo el papa León XIV. Se han cumplido ya los 100 días desde su elección, un tiempo que en la Iglesia es una minucia, pero que en la vida institucional se considera significativo para un balance. Pasó el interés por ver quién era el sucesor de Francisco, después del ridículo que hicieron la mayoría de los llamados vaticanistas, para los que el cardenal Prevost sólo aparecía en la segunda fila de las quinielas. Este Papa americano (el primer yanqui Papa y el segundo de América seguido) parece que sigue en plano secundario. Quizás porque lo que dice no resulta políticamente correcto.
RELAJAOS un poco, que estamos en los días de la canícula. Agosto era, en el franquismo, el mes de las merecidas vacaciones. Con eso no quiero insinuar que las vacaciones sean un invento franquista, ni que se deban prohibir por la Ley de Memoria Democrática. Ya lo dijo Yolanda Díaz: “Trabaja menos y vive mejor”. Con vacaciones vivimos mejor, pues se gobierna menos. Y hubo tiempos peores. En julio de 1936, en pleno verano, los españoles empezaron a sufrir una guerra civil que duró tres años. Hoy se sigue hablando de aquella guerra como si no hubiera terminado.
LA gente inteligente, que está en la playa tomando el sol, con la debida protección, quiere elecciones ya. Eso es lo que piensan algunos políticos. Las elecciones por excelencia son las generales, en las que se espera mandar fuera de la Moncloa a su divina majestad. Pero esas son difíciles de conseguir. Y las municipales son de fecha fija: en 2027. Así las cosas, la gente se conforma con elecciones en su hermandad, o en su comunidad de vecinos. Y así estamos, cuando se ha empezado a hablar de otra posibilidad: ¿y por qué no convocar las elecciones adelantadas en Andalucía?
LA solución pasa por Junts, ya que el problema se creó con Junts. Fue Junts per Catalunya, el partido de Puigdemont, el ama de llaves para que Pedro Sánchez consiguiera la mayoría el 23 de julio de 2023. Y es Junts el ama de llave para que se quede en minoría en el Congreso de los Diputados. Y pierda no sólo votaciones, sino el Gobierno. Junts está ante el espejo, pero con muchas dudas. Ya no confían en el sanchismo. Se han dado cuenta de que con su apoyo a Pedro Sánchez sólo obtienen la muerte a pellizcos. Pero temen a las urnas, porque las encuestas le auguran un desastre. Y son pocos los que defienden la única medida que les puede salvar, que es jubilar a Puigdemont y apostar por un catalanismo nacionalista, como defendió Jordi Pujol en sus primeros tiempos.
EN el discurso del odio, y en el miedo a los otros, coinciden la extrema derecha y la extrema izquierda. Es decir, los que siembran el miedo y el odio para construir autoritarismos o totalitarismos. Por el contrario, la democracia se basa en la libertad, en la primacía de unas leyes justas y en la seguridad para garantizar los derechos. El socialismo y la socialdemocracia, como la democracia cristiana, el liberalismo y los conservadores, participaron en la construcción democrática de Europa en el siglo XX. No así el fascismo, ni el comunismo. Y eso también influye en la inmigración.