HUBO un tiempo en el que algunos escritores ganaron el Premio Nobel de Literatura gracias a sus obras de teatro. No eran tiempos tan recios como los actuales, en los que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se ha convertido en el mejor autor de sainetes y esperpentos. Pues bien, un autor de teatro muy famoso fue Samuel Beckett, uno de los padres del existencialismo. Ganó el Premio Nobel de Literatura en 1969. Su obra más famosa es Esperando a Godot, que hoy se podría traducir al catalán como Esperant Puigdemont.
Beckett es uno de los ideólogos de la posmodernidad, que fomentó el pesimismo y el nihilismo. Escribió “sobre un mundo sin Dios, sin ley y sin sentido”. Su teatro se basa en lo absurdo. En Esperando a Godot, dos vagabundos, Vladimir y Estragón, se pasan toda la obra a la espera de Godot, que va a llegar, pero nunca llega. Se ha interpretado por algunos críticos literarios que Godot es un símbolo ateo de Dios. Parece que va a llegar, y que está cerca, y se le espera, pero no se le ve. Beckett negó que su obra tuviera esa motivación religiosa.
El tema está de actualidad. La obra se sigue representando. Y no sé si en la prueba de acceso a la universidad preguntaron por Samuel Beckett o Bertolt Brecht. O por otros autores progresistas. No iban a preguntar por El divino impaciente, de José María Pemán. Ni por las astracanadas de Muñoz Seca.
Hoy en día Godot se ha reconvertido en un alter ego de Puigdemont. Parece que va a llegar con su amnistía. Dicen que ya la han concedido, y que lo veremos pronto, pero todo sigue igual. Algunos recuerdan que el año pasado se apareció en Barcelona, aunque los mossos no le vieron ni la peluca. Los dos vagabundos que hablan sobre Godot/Puigdemont podrían ser Pedro Sánchez y Salvador Illa, que están construyendo una ficción, con alguien que vendrá pronto, pero sigue ausente.
El teatro del absurdo es ideal para el país del absurdo. Donde gobierna un Gran Artista, que no tiene mayoría, y lo critican los partidos, hasta el suyo, pero no hay mayoría para una moción de censura. Aunque pierde votaciones y no hay presupuesto, y depende de un ausente que vive en el exilio. Así siguen esperando a Godot/Puigdemont.
Ya tiene su amnistía aprobada. ¿Volverá pronto? Pues no, no se preocupen, no llegará, porque si llegase, se acabaría esta obra de teatro. Y no olviden que el Gran Artista vive del cuento.
José Joaquín León