LA Pasión de Cristo en la cruz alcanza su culminación el Viernes Santo. Es el día en que muere. Es el día en que se origina un vacío. Y es cierto que nada tendría sentido sin la Resurrección para la fe de los cristianos. Pero a la Resurrección no se puede llegar sin la Muerte. En Cádiz se conmemoró con una especial solemnidad desde siglos pasados. No es casualidad que la mejor obra de música sacra de Cádiz sea Las siete últimas palabras de Cristo en la Cruz, compuesta por Haydn para el oratorio de la Santa Cueva. Y tampoco es casualidad que la imagen de más valía artística de la Semana Santa gaditana sea el Cristo de la Buena Muerte.

LA Virgen de las Angustias, de la cofradía del Caminito de Cádiz, es una de las que más veces ha salido en el siglo XXI. También estaba previsto que presidiera el vía crucis de las cofradías gaditanas el primer lunes de Cuaresma, pero no pudo a causa del mal tiempo. Hoy, al llegar otro Miércoles Santo, hay que tener confianza en que el tiempo lo permitirá. Más allá de verla en las calles o no, esta dolorosa de singular belleza ha protagonizado estampas y visiones insólitas, en las que siendo la misma imagen parecía diferente. Una Virgen con el mismo Cristo en su regazo, pero con todas las caras y todas las formas estéticas que la fantasía pueda imaginar.

EN la ciudad de Cádiz el Viernes de Dolores es muy de Dolores. Me refiero a que se ha convertido en el día por antonomasia de Dolores, la cofradía de la Venerable Orden Tercera de Servitas, que da culto a esta dolorosa, de delicada belleza. Ya he escrito en otras ocasiones que se trata de una singularidad gaditana. Dolores salía el Viernes Santo, que era uno de los días más completos (en cantidad y en calidad artística y devocional) de la Semana Santa gaditana. Dolores decidió pasarse al Viernes de ídem para recuperar una costumbre antigua. Es un asunto sobre el que existió cierta polémica, y ya no tiene sentido avivarla. Y es verdad que el Viernes de Dolores en Cádiz se consolida como un día especial.

LA evolución de la Semana Santa gaditana mantiene un matiz curioso. Las hermandades hacen lo contrario que los vecinos. Los vecinos del Cádiz antiguo se fueron a vivir a los extramuros en los pisos sociales (que construyeron durante el franquismo, mayormente, y después a cuentagotas), o en los pisos de renta libre que construyeron y siguen construyendo desde Bahía Blanca a Cortadura. Sin embargo, con las cofradías tenemos el mundo al revés. La de Luz y Aguas (como antes se la llamaba) fue desde San Antonio a San Felipe de Cádiz y después a la iglesia del Pilar de los marianistas en extramuros, para terminar en la Catedral Vieja del barrio del Pópulo. Y la Oración del Huerto, que era la cofradía de San Severiano, se ha mudado a Santa Catalina, en el Campo del Sur, en territorio del barrio de la Viña.

LOS perros y las perras originan una apasionada división en Cádiz entre quienes los aman y quienes los odian. Soy consciente de que escribir sobre perros es lo más peligroso del articulismo local, pues te pueden morder por aquí y por allí. Es más peligroso escribir de los perros que de los políticos. En la política, los gaditanos se dividen entre los que votan al PP y los que votan a la izquierda gaditana (incluyendo a los de AIG y los del PSOE); pero la cuestión canina es transversal. ¿Hay perros de izquierdas y de derechas? ¿Hay perros obreros y perros señoritos? ¿Hay perros flautas y perros pijos? Hay de todo en la Viña del Señor, y en Santa María y los demás barrios. Porque Cádiz está bien poblada de perros.