LA procesión de la Virgen del Carmen, de Cádiz, del pasado martes fue la más multitudinaria de los últimos años. El itinerario había sido ampliado para visitar a las carmelitas descalzas del monasterio del Corpus Christi en Argüelles, y estuvo abarrotado. Había público de todas las edades. Muchos jóvenes y jóvenas (es decir, chicos y chicas, más allá de los tópicos), y eso demuestra que la afición a las cofradías tiene fuerza y es un filón que debe aprovechar la Iglesia de Cádiz. ¿Es devoción religiosa o costumbrismo? En el caso del Carmen, es ante todo sentimiento. Sin sentimiento no hay devoción, y sin devoción es más difícil que brote la fe. La mayoría no va a misa los domingos, pero la semilla está sembrada. Eso es lo que ahora se denomina piedad popular; o sea, la devoción.

El Carmen de Cádiz no es sólo gaditano y va a más. Vienen cofrades de otros municipios de la Bahía, también de Jerez e incluso algunos de Sevilla. En las calles y plazas se notó la presencia de veraneantes. Pero sobre todo se notaron los tres Cádiz del Carmen, que estaban presentes.

El primer Cádiz del Carmen es la Alameda. Está en retroceso. La Alameda es el bar de Tino y Julio cerrado en julio, es la casa de Pérez Llorca sin José Pedro, los edificios nobles que ahora son segundas residencias de ejecutivos madrileños acomodados. Es un Cádiz que se debate entre la decadencia del negocio y el empuje del turismo de temporadas, entre el ocio y la soledad del olvido. Hay dos Alamedas: la más señorial es la que llega del Carmen a Buenos Aires; y la más enrevesada es la del antiguo Anteojo, la que más se acerca al balcón marinero de la Bahía.

El segundo Cádiz del Carmen es el de las plazas. El de la burguesía y las clases medias. Mina, San Francisco y San Antonio, a la que este año se cambió por la plaza de España, que fue un decorado bonito, aunque está en reconstrucción. Un Cádiz con historia, que añora la elegancia del tiempo perdido. Un Cádiz de la nostalgia, que se despierta el 16 de julio.

El tercer Cádiz del Carmen es su barrio. Es la Reina del Mentidero, pero no sólo. Se ha perdido la plaza, desfigurada como una gran terraza de bares. Pero ese Mentidero auténtico, de suspiros en las calles y tras los cierros, estuvo presente en Enrique de las Marinas, y sobre todo en Bendición de Dios, la gran calle carmelitana, su calle.

Tres Cádiz formando una trinidad de la devoción, que brilla como llama de amor viva en la noche del 16 de julio. No es noche oscura del alma. Tres sentimientos distintos y un solo amor verdadero: la Virgen del Carmen.

José Joaquín León