PARA la mayoría de los españoles, Gibraltar no es un problema. Gibraltar sólo interesa en su entorno comarcal. Es un anacronismo en el siglo XXI. Tiene una selección de fútbol al nivel de San Marino y las Islas Feroe, para ser goleada cuando juega. Y la gente corriente sabe que allí hay una Verja y un chollo fiscal. Por no citar a sus simpáticos monitos que roban mochilas. Sin embargo, el acuerdo alcanzado por los representantes de España, Reino Unido, la UE y Gibraltar ha sido calificado como histórico. Muy bueno debe ser, porque cada una de las partes lo ha interpretado a su antojo. Hay dos cuestiones que llaman la atención: pronto desaparecerá la Verja de los atascos y Andalucía no ha pintado nada en ese acuerdo.

Esto último es fuerte. Si Gibraltar fuera limítrofe con Cataluña (como Andorra, a donde los Pujol se llevaban la tela marinera), es seguro que la Generalitat hubiera participado en las negociaciones. Gibraltar, tras la integración en el espacio comunitario y la desaparición de la Verja, tendrá más relaciones con Andalucía, que tiene unas competencias transferidas. Y, por consiguiente, Fabián Picardo, ministro principal gibraltareño, y Juanma Moreno, presidente de la Junta, deberán negociar, sobre todo para la prestación de servicios.

Sin embargo, se ha ninguneado a la Junta de Andalucía, que tampoco ha protestado demasiado. Desaparecerá la Verja, pero existe una frontera, entre un territorio que depende del Reino Unido y otro que depende de la Unión Europea, de la que los británicos se excluyeron con el Brexit. Gibraltar se ubicará en el espacio Schengen europeo, pero en su puerto y en su aeropuerto serán necesarios los controles. Según Picardo, se mantendrán tal cual. Y, según dijo el ministro Albares, los harán los policías españoles. Recuerden que el control de fronteras en Cataluña era una de las peticiones de Puigdemont a Pedro Sánchez, aunque no se la dio.

Los trabajadores y los turistas podrán circular libremente a Gibraltar. ¿Y los que blanquean capitales también? Es otra de las incógnitas. En este país, tenemos reputados expertos en la materia del fraude fiscal. La impresión es que la vida seguirá igual, aunque sin colas. ¿Y la soberanía? Todas las partes se reservan sus derechos. Pero no se debería perpetuar un anacronismo político, que es más incoherente sin la Verja.

José Joaquín León