SEGÚN se ha publicado, un 85% de los jóvenes españoles menores de 30 años todavía viven en el hogar familiar. Los 30 años es una edad simbólica. Según el escritor francés Frédéric Beigbeder, esa es “la edad espuria en la que uno es demasiado viejo para ser joven y demasiado joven para ser viejo”. Esto lo escribió en su novela El amor dura tres años, que publicó en 1997, tras divorciarse, a sus 32 años. Sería interesante saber de ese 85% de jóvenes españoles que no se han mudado a un piso propio, cuantos tienen empleo o están parados y cuantos han viajado por cuenta propia este verano.

El turismo es un indicador para valorar por qué muchos jóvenes de la posguerra, en las décadas de los 50 y los 60, tenían un piso propio y una familia numerosa, mientras las generaciones de jóvenes actuales apenas pueden. Existe un cierto victimismo, que se entiende, pero también hay que reconocer la capacidad de esfuerzo y sacrificio que tuvieron las generaciones de la posguerra. Ha dado paso a una cultura de la diversión. A Yolanda Díaz se le escapó, con su lema disfrutón: “Trabaja menos y vive mejor”.

Los españoles, hasta las dos últimas décadas del siglo XX, ya con Felipe González en el poder, apenas viajaban al extranjero. A no ser para trabajar como emigrantes. Piensen en donde pasaron la luna de miel sus abuelos. La costumbre de no viajar ha cambiado con el tiempo. Y ha influido en la vivienda. Porque estaba vinculada.

La cuestión era: ¿nos compramos un piso o viajamos? Sólo las clases altas y una parte de las clases medias podían permitirse el lujo de comprar un piso y viajar a destinos exóticos. Pero comprar un piso se consideraba una necesidad, te permitía tener un hogar estable para el futuro (y eso no se conseguía con los alquileres, cuando se liberalizaron). Mientras que un viaje caro en las vacaciones no se consideraba una necesidad, sino una diversión, a corto plazo y prescindible.

En el siglo XXI, con las nuevas generaciones, esa mentalidad ha cambiado. Muchos jóvenes de hoy en día, que perciben ingresos bajos, o incluso carecen de empleo y viven con sus padres, prefieren viajar antes que ahorrar para comprarse un piso. Disfrutar a corto plazo se ha impuesto al sacrificio para vivir mejor a largo plazo. Disfrutar el presente les interesa más a muchos jóvenes que sacrificarse para tener un hogar y crear una familia. Eso no se suele decir, porque es políticamente incorrecto. Pero ese cambio de mentalidad influye en el problema de la vivienda. Hoy el turismo se ha masificado y comprar un piso es un lujo.

José Joaquín León