FUE retirado de la circulación el astuto negociador Santos Cerdán y tomó su relevo el presidente emérito José Luis Rodríguez Zapatero. Ser presidente emérito resulta difícil, pues te puedes quedar impertérrito como un jarrón chino, o volverte lenguaraz para demostrar que sigues siendo muy listo, o incordiar al líder de tu partido como si fueras de los otros, o enchufarte como mediador. Zapatero ha elegido la última posibilidad. Y va trajinando por aquí y por allí, lo mismo por Venezuela con su amigo Maduro, que por las tierras de Suiza y Bélgica con el amnistiado Puigdemont.

El pasado jueves tuvieron una reunión, de la que ha trascendido poco. Zapatero acudió con una misión imposible. En realidad, podía hablar de lo que quisiera, ya que no serviría para nada. Hasta el ilustre inquilino de la Moncloa, Pedro Sánchez, después de que el canciller alemán, Friedrich Merz, lo bajara a tierra desde los cielos de Gaza, dijo que él no sabía lo que había negociado Zapatero con Puigdemont. Sin embargo, aquí se presentan esas reuniones como si fueran a decidir el futuro de la humanidad, para lo cual sería oportuno que toda la humanidad hablara en catalán. Aunque sea de inteligencia artificial, como le dijo Merz con guasa alemana.

Yo he estado este verano en Barcelona, y la gente normal y corriente, en la calle, habla menos en catalán y más en castellano. Lo certifican varias encuestas. Esto incluye a los niños de la escuela y a los jóvenes de la Universidad, que son bilingües y saben hablar en catalán, pero lo hablan poco, porque cada uno habla lo que se le apetece.

Aparte de las lenguas, Puigdemont también quiere una financiación singular y una amnistía, que se las pidió en la carta al rey mago hace dos años y aún está esperando. Y que el bloque progresista le regale las competencias de inmigración, con un objetivo muy carca: ser más fascista que los de Aliança Catalana. La gente no lo sabe, pero los de Vox, comparados con el grupo independentista y racista de Silvia Orriols, parecerían de extrema izquierda. Esa señora, que odia al moro, apoya a Netanyahu, según dijo, y casi nadie se ha enterado. Puigdemont quiere las competencias, quizás para que los mossos expulsen a los inmigrantes que no hablen catalán. Por cierto, muchos mossos hablan entre ellos en castellano.

La realidad es como es, no como dicen los políticos. Zapatero, en horas bajas, es el espantapájaros del sanchismo.

José Joaquín León