SE juntan todos los ingredientes para una moción de censura al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. No tiene presupuestos aprobados, ni probablemente los va a tener. Está bajo sospecha por presuntos casos de corrupción de su esposa, su hermano y dos de sus hombres de confianza en el PSOE. Y, para colmo, pierde las principales votaciones parlamentarias. A la vuelta de las vacaciones, le pasó con la rebaja del horario laboral, donde Junts impidió la aprobación. Y le ha vuelto a pasar con las competencias de inmigración para Cataluña, que le han tumbado, con los votos de Podemos (y dos de Sumar), unidos a los del PP y Vox.

No existe un bloque progresista. Es verdad que todos los grupos que se dicen progresistas le apoyaron, pero carecen de mayoría. Existe una unión oportunista de izquierda y derecha, que se basa también en el apoyo de los nacionalistas e independentistas para obtener todas las prebendas que cuelen y la amnistía para Puigdemont. Pero ese mercadillo ya chirría a Podemos, y le debe chirriar a Sumar, si no fuera porque necesitan los sillones ministeriales para disimular su crisis interna. El pacto con Junts les obliga a tensar la cuerda, hasta posiciones de derecha e incluso de ultraderecha. Son sapos que se tragan, pisoteando su propia ideología.

Así las cosas, sólo les quedan Netanyahu y Trump como enemigos externos, a los que recurrir para desviar la atención de los fracasos internos. Cometen otro error. Son injustificables los genocidios o las masacres (según lo quieran nombrar), pero hay que buscar soluciones efectivas, que no pasan por blanquear a un grupo terrorista como es Hamas, que ha secuestrado, torturado y asesinado. Y es seguro que no existirá un estado de Palestina mientras no lo reconozca Israel, que tiene ocupado el 80% de Gaza y el 60% de Cisjordania.

Tras su presencia en la ONU, Pedro Sánchez se ha crecido, y anunció en Nueva York, en una entrevista en el canal de Bloomberg, que se presentará a las elecciones de 2027, con el objetivo de seguir en la Moncloa. La presidenta del PSOE, Cristina Narbona, ha recordado el detalle de que debería pasar por las primarias de su partido. Incluso algunos socialistas están hartándose de que siga tapando la corrupción, enfrentando a la sociedad y gobernando con encajes de bolillos. Pero Feijóo no se atreve a plantear la emoción de una censura. Por miedo a perderla.

José Joaquín León