NO crean que me olvido de este asunto, sino que tenía otras prioridades, como dice nuestro alcalde con el estadio. En Cádiz se ha entendido que la alimentación callejera de gatos es una cuestión nada baladí, ni tampoco una carajotada. La oposición no ha presentado proyecto alternativo. Pero merece un serio debate ciudadano, incluso una consulta participativa, antes de proceder con tanta alegría como se le ha visto a Eva Tubío, la concejala de Cultura, Vivienda y Salud (casi ná), que se reunió con unos protectores de animales, y ya está. Un asunto tan enjundioso no se puede despachar sin crear una mesa y dos plataformas.

LA crisis no ha terminado. Lo digo porque se considera “un escándalo” y “un insulto” a Cádiz y a Sevilla la subida de 0,14 euros en el peaje de la autopista AP-4 (que serán 0,28 euros en el viaje de ida y vuelta). Ahora cuesta 7,20 euros; pero pasará a 7,34 euros, a partir del 1 de enero de 2018. Digo que la crisis no ha terminado, porque subirá un 2%, que es, más o menos, lo que han pedido en algunos convenios; y quienes no llegan a tanto, están con el temor de arruinarse, dependiendo del número de veces que viajen. En enero de 2020 se supone que ya saldrá gratis, y que no habrá peaje, pero casi nadie lo cree, a pesar de que lo prometió Ana Pastor cuando era ministra y lo ha repetido el actual ministro de Fomento, Íñigo de la Serna. También el presidente de la concesionaria Abertis, Salvador Alemany, dijo que no habrá prórroga después de 2019.

EL gran problema de Cádiz para su desarrollo no es que el alcalde González y Martín Vila aprueben tres calles y plazas peatonales de más o de menos, sino ejercer su capitalidad. Para eso hace falta un modelo de ciudad, con ideas claras y ambiciosas, que no existe. Sólo ponen parches. Por habitantes e influencia, Cádiz es la tercera provincia de Andalucía, tras Sevilla y Málaga. En ambos casos, la capitalidad sevillana y malagueña es indiscutible. Dos Hermanas y Marbella son municipios con un número de habitantes similar al de Cádiz, pero no rivalizan con sus capitales. Sin embargo, aquí la diferencia no se debe sólo a la población, porque en ese caso la capital real de esta provincia sería Jerez, que tampoco lo es en la práctica.

DECÍAMOS ayer que el cambio de criterio de la Junta demostraría que su decisión de salvar el edificio de la Aduana en 2008 tuvo otro objetivo: fastidiar a Teófila Martínez. Más en concreto, evitar que el Plan de la Plaza de Sevilla se ejecutara según lo previsto. Sin embargo, debo añadir hoy que esto es sólo una parte del problema. El Plan está maldito. Ni antes lo llevaron adelante, en los tiempos del PP; ni ahora existen opciones reales de que Ganemos y Podemos empiecen las obras antes de las elecciones municipales de 2019. Por ello, puede ocurrir que la Aduana sirva de excusa al Ayuntamiento y sólo se ejecute la parte que le interesa a Adif: el mercado gastronómico de la antigua estación y el nuevo hotel de Barceló.

SE suele repetir, como un proverbio sentencioso, que “el tiempo pone a cada uno en su lugar”. Pues eso es lo que está sucediendo, con el supuesto movimiento vecinal para derribar la Aduana, auspiciado por algunos de los que presionaron para su conservación. Hay políticos gaditanos de luces cortas, que piensan que la gente es tonta. De modo que un mismo edificio, en 2007, era un interesante exponente de la arquitectura de la posguerra (fue inaugurado en 1959), que se debía conservar como un ejemplo de aquel periodo, sin ceder a la especulación capitalista que intentaba el Ayuntamiento, donde gobernaba el PP con Teófila Martínez. Así consiguieron que la Junta de Andalucía incluyera el edificio en el Patrimonio Andaluz y lo salvara. La Academia Provincial de Bellas Artes, en su informe La Aduana, monumento emblemático de Cádiz, lo consideró “de lo mejor construido en todo el siglo XX”.